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Movimientos en el escenario político vasco

Revisionismo histórico y un intento de desdibujar el futuro

Iñaki IRIONDO

El discurso del lehendakari mostró ayer el temor que tienen PSE y PP, los autodenominados «constitucionalistas», a que la normalización de Euskal Herria sea percibida socialmente como un logro de aquellos a quienes tachan de «violentos», y que ello conlleve una lectura racional de la historia e incluso, quién sabe, hasta la creación de una comisión de la verdad.

En previsión, Patxi López aclaró que las experiencias son personales. Y puso como ejemplo que son «radicalmente diferentes» la de los allegados de «las personas asesinadas por ETA» y «la de una persona que fue torturada». Pero luego aclaró que «debe haber un relato común que dé coherencia a todas esas experiencias». Y pontificó que «la verdad» de lo ocurrido se debe basar en «la existencia de un grupo terrorista y de sectores sociales que le han dado su apoyo», «el proceso de transformación del Estado heredado de la dictadura hasta convertirse en Estado de Derecho plenamente democrático», y «el triunfo de la democracia sobre todas las violencias totalitarias».

La declaración de que la manzana que provocó el pecado original de la violencia en Euskal Herria es ETA cae por su propio peso. Telesforo Monzón trató sobre la cuestión en su artículo «El jarrón roto» y quien no tenga su obra puede encontrarlo en Internet. Sobre triunfos y victoria, dejemos que sea la historia quien se pronuncie.

Pero lo que contrasta con la realidad hasta darse de bofetadas con «la verdad» que invoca el lehendakari es que la práctica de la tortura, la represión y los abusos policiales sean fruto de «las resistencias» de los elementos franquistas a «abandonar las prácticas heredadas del Estado totalitario». Parte del precio del «proceso de transformación». No. Los últimos condenados por torturas han sido agentes que no habían nacido cuando Franco murió y que han recibido su instrucción a las ordenes de gobiernos del PSOE y del PP.

Tampoco es cierto que el BVE o el GAL «pertenezcan al pasado» cuando la mayoría de sus atentados no han sido ni juzgados ni investigados. Son tan «pasado» como actividades de ETA de aquel tiempo cuyos sumarios siguen abiertos en la Audiencia Nacional española. Y para mayor escarnio de sus víctimas, los pocos «funcionarios públicos» que en su día fueron condenados recibieron pronto el premio de un indulto. Como indultados han sido casi todos los torturadores.

El lehendakari propone, por tanto, un ejercicio de revisionismo histórico, de negación de un conflicto político y de sus terribles consecuencias,un ejercicio de amnesia que después proyecta al futuro para tratar de desdibujarlo. En su decálogo para la concordia propone el «derecho a convivir» y, desde «la tolerancia», materializarlo en la posibilidad de «compaginar el derecho a seguir juntos y el derecho de cada uno de reivindicar su propia identidad». ¿Y por qué no reconocer el derecho a la separación? La vida en común, «seguir juntos» a la fuerza y sin mutuo acuerdo, no es un derecho, es una condena.

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