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Antonio Alvarez-Solís | Periodista

El silencio y la muerte

 

Bin Laden fue muerto a tiros en el momento de su captura. Podía haber sido capturado vivo. Con su súbita muerte, lo que el dirigente musulmán sabía respecto a la política mundial se hundió en el silencio. El presidente de Estados Unidos expresó su alegría y los autores del asesinato recibieron las máximas condecoraciones.

Gadafi acaba de ser asesinado en el momento de su captura pese a que el dirigente libio solicitó gracia para su vida a quienes le capturaban. Podía haber sido apresado vivo. Otro comprometedor archivo viviente fue destruido por el fuego. También el presidente de Estados Unidos expresó su alegría y ahora llegará, sin duda, el momento de las condecoraciones.

Dos muertos relevantes que producen dos silencios fundamentales para salvaguardar el sistema. Cada cual saque sus conclusiones. Pero me temo que la mayoría de quienes en Occidente lean la noticia romperán en alabanzas a esos ejecutores manejados como marionetas desde la cumbre política occidental.

¿Qué sabían Bin Laden y Gadafi? Los dos eran archivos vivos de la malvada manipulación del mundo por las grandes potencias. Manipulaciones que se transparentan en los hechos políticos, económicos y morales que estamos viviendo. Como en los grandes momentos de la Edad Media, no hay poderoso que tenga su existencia garantizada. Cuando se ordena la captura con el empleo de la violencia más bárbara, porque supone la muerte de millares de inocentes, el acabamiento del líder perseguido va aparejado a la aprehensión. No valen los tribunales, ni la Convención de Ginebra. Se trata del silencio criminal. Mientras, las turbas se postran ante los asesinos.

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