Mikel INSAUSTI

A sus 72 años, Joel Schumacher es uno de los últimos artesanos de Hollywood, cuya irregular filmografía se debe a la dependencia de los trabajos de encargo. Cada vez los productores le confían peores guiones, por lo que resulta ya imposible, incluso para alguien tan competente, sacar adelante proyectos que nacen condenados de antemano. El estreno comercial de “Trespass” en los EE.UU. fue un fracaso, obligando a una urgente edición en DVD tras sólo dos semanas en cartelera, al no poder recuperar en taquilla los 35 millones de dólares invertidos. La mayor parte del presupuesto se la llevó el sueldo de Nicolas Cage y Nicole Kidman, ambos condenados a protagonizar cintas de segunda fila destinadas a exprimir lo que queda de su fama en declive. Y si se juntan tres profesionales que quieren vivir de rentas lo normal es que el público avisado se tema lo peor y no les conceda la enésima oportunidad.

El reclamo publicitario consiste, no obstante, en recordar que Joel Schumacher es el director de “Última llamada”, otro thriller de tensión psicológica rodado en un único escenario. Pero entonces contó con un original guión del maestro del fantástico Larry Cohen, mientras que ahora ha de cargar con una artificiosa trama escrita por el debutante Karl Gajdusek, que demuestra su total inexperiencia dentro del género con tramposos giros argumentales y “flash-backs” precocinados. Es como los malos estudiantes que no saben ni copiar, ya que los acontecimientos relatados durante el transcurso de una accidentada noche recuerdan mucho, empezando por el propio título, a los que tenían lugar en la película de Enric Alberich “Transgression”, una de las tantas sobre asaltos con violencia a domicilio que se han estrenado recientemente. Al plagio deforme contribuyen las histéricas interpretaciones de todo el reparto, que dejan fuera de lugar a un Nicolas Cage acostumbrado a dar la nota, y que por distinguirse del resto intenta autocontrolarse y parecer un ciudadano normal, justo lo que no es.