Gabriel EZKURDIA(*)
Balcanes «al dente»
Tras un lustro de anonimato mediático, los Balcanes vuelven a proporcionar titulares golosos. No es casual que en pocos días un incesante goteo de noticias vuelvan a reproducir escenarios en los que convergen los mismos paradigmas que hace más de una década alimentaron el, aún hoy para muchos, ininteligible desastre balcánico.
Así es, aunque a día de hoy, los actores que protagonizan los acontecimientos sean hijos de una generación posterior, y las circunstancias y lógicas no sean tan explosivas como las que llevaron a la brutal desmembración yugoslava de inicios de los 90, lo cierto es que los paradigmas se reproducen de modo mimético. El legítimo derecho a la autodeterminación de colectividades nacionales integrales y su ejercicio es una vez más el caballo de batalla que convulsiona y desquicia, no tanto ya a la propia Serbia, sino sobre todo a la aparentemente estable y definida Unión Europea.Los conflictos balcánicos contemporáneos surgen como tal en Kosova a partir de la derogación inapelable de su estatus autónomo en 1988 y tras «el paréntesis» del último lustro, el conflicto sigue vigente. No hay duda de que, desde 1999, la inacción internacional, la situación interna de Serbia, pero sobre todo, la constancia y la cohesión hegemónica del mayoritario independentismo kosovar son claves para entender que no existe alternativa democrática aceptable al margen del reconocimiento de la independencia de Kosova. La ONU lo sabe, la UE también. Serbia, a regañadientes, no puede evitarlo y los hechos van claramente desde hace tiempo en esa dirección, o en su defecto en otra deriva bélica, hoy por hoy improbable. Lo que ocurre, para desgracia de la incompetente UE, es que se reproduce una vez más «el dichoso» paradigma que alimenta a «los fantasmas» de algunos de los estados más importantes de la Unión. Las patéticas declaraciones seudojurídicas de Zapatero respecto a lo que «ha de concebirse» por derecho de autodeterminación se entienden también en este contexto de nerviosismo. El discurso que vincula exclusivamente autodeterminación con proceso de descolonización es obsoleto y no hay más que ver las actas de algunas sesiones del III Congreso de Ciencia Política de España, que ya en 1998 desarrollaba interpretaciones actualizadas del desarrollo del derecho, en función de los acontecimientos habidos a partir de 1990, no sólo en Europa central y oriental, sino también en Canadá y otros rincones del planeta. Pero ésta «anécdota española» explica en cierto modo, las maniobras que de modo soez la UE está intentando para desdibujar el legítimo proceso de independencia de Montenegro con objeto de seguir contemporizando sine die la situación del «protectorado» kosovar, verdadero quebradero de cabeza jurídico, por lo que supone de quebranto del «inexpugnable actual marco de estabilidad». «Trampa» a montenegro Montenegro no tiene el estatus de Kosova, actualmente mera provincia serbia, y por lo tanto su proceso no es de secesión abierta. Es una república, teóricamente en igualdad de condiciones que Serbia, que constituía lo que hasta hace poco seguía definiéndose como Yugoslavia, ahora Serbia y Montenegro. Ciertamente el interés montenegrino por la independencia abierta está basado, además de por una clara identidad propia de honda raingambre histórica amordazada por una implacable uniformización panserbia, por un interés vital de desarrollo, imposible en el seno de la actual estructura que les une a Serbia, y reforzado por sus inmejorables y crecientes indicadores económicos. Pero incluso en este caso tan nítido, en el que la autodeterminación está legitimada por la misma jurisprudencia que avaló los procesos de otras repúblicas exyugoslavas, la UE intenta «arbitrar» y evitar, o matizar el proceso de ruptura, dando un peso específico importante a los unionistas, mayoritariamente serbios, en la correlación del «dato válido» que sancione el proceso. No es baladí la exigencia de un 55% del voto para considerarlo como «tasa suficiente mayoritaria», si tenemos en cuenta las estimaciones demoscópicas respecto al referendum. Esos tres gratuitos puntos de «confirmación» están bien calculados y son un obstáculo añadido a los defensores del estado independiente montenegrino. ¿Por qué no se exigió lo mismo en Croacia, Bosnia, Macedonia o Eslovenia? Y estas presiones a Montenegro, que han de «agradar» a Serbia, y mitigar así «su enfado», se entroncan en un totum revolutum, en el que convergen las noticias en torno a la detención o negociaciones sobre Mladic, que «no se ha producido» por cierto ¿o sí?, y por ende la campaña occidental que transmite «disposición serbia que facilita la integración», con objeto de desactivar uno de los argumentos centrales que avalan el deseo montenegrino por romper con Serbia: su aislamiento internacional derivado de sus políticas paneslavas que tanto condiciona «el milagro» económico montenegrino. Pero Vorislav Kustunica, pese a «los apoyos occidentales para dar el paso», no las tiene todas consigo. Sigue debatiéndose entre colaborar para pertenecer, a la UE se entiende, y «sacar así a Serbia del ostracismo», o seguir conjugando sus medidos gestos equidistantes hacia La Haya con la lógica política que le impone el aún mayoritario popular ideario victimista del nacionalismo chetnick, del que participa ideológicamente, aunque hoy por hoy lo oculte. Y de ahí que Kustunica esté cada día más axfisiado, ya que las negociaciones multilaterales entre la UE y Serbia se plantean siempre en clave de chantaje y esto obliga a que Serbia asuma, cada día de modo más claro, que su margen de maniobra se cierra, y que está condicionada de modo práctico por las pautas que le exige «la comunidad internacional»: hoy la entrega de criminales, mañana la posible independencia de Montenegro (salida al mar) y pasado quizá una secesión en toda regla de la mítica Kosovo-Metojiya. Y es esta falta de «soberanía de facto de Serbia» el presunto instrumento que permite atar en corto a Serbia para que la UE pueda conjugar sus maniobras erradicando una posible involución potencial que reabra conflictos abiertos. ¿Qué lado de la balanza prevalecerá en Serbia? ¿El «interés» de la sociedad serbia por «entrar en la UE» o el discurso nacionalista mayoritario que haga frente a las exigencias occidentales? Independencia imparable En el mismo sentido, tampoco es casualidad que la serpiente sobre la detención de Mladic planee también sobre Rambouillet. No hay duda de que las contradicciones «europeas» sobre Kosova a la hora de juridificar o legalizar en el actual marco internacional su secesión inapelable, se incrementan con la rápida deriva autodeterminista del proceso montenegrino, que alimenta de modo evidente el deseo albanés de avanzar en soberanía para abandonar el actual estatus de indeterminación, eso sí «dentro de Serbia». Los gestos serbios «de colaboración» con «la justicia» tratan de invalidar la cohesionada posición albanesa en pos de la indepedencia. De ahí que no sea tampoco casual el nombramiento de Agim Ceku, «un militar», como sustituto «del gris» Bajram Kosumi como primer ministro kosovar, relevo que viene a fortalecer claramente las posiciones independentistas en pleno proceso «negociador». Al margen de que el cambio generacional que ha precipitado la muerte de Rugova ha reforzado las posiciones de los cuadros ajenos al LDK, provinientes casi todos ellos de la extinta UÇK en sus diferentes vertientes políticas (en este caso el AAK), con lo que ello supone respecto a la «imagen» de la interlocución kosovar, lo que demuestra una vez más, al igual que en 1998, que la iniciativa política independentista sigue entroncándose al margen del LDK rugovista, pese a ser este mayoritario. - (*) Gabirel Ezkurdia es analista Internacional.
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