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Gara > Idatzia > Kultura 2006-03-10
Los artistas vascos de vanguardia tenían una actitud política que no se daba en Europa
Las jornadas sobre la historia del arte vasco bajo el régimen franquista no pudieron tener un comienzo más brillante. El catedrático de Historia de Arte Valeriano Bozal, uno de los pioneros en explicar el hecho artístico por su contexto social y político, habló de arte, ideología e identidad en los años del franquismo, y lo hizo con referencias incesantes a los artistas vascos. De hecho, la obra de Chillida ocupó la segunda parte de la ponencia que finalizó cuestionando en parte la sacralidad que subyace en la concepción del espacio que se manifiesta en la obra pública del escultor donostiarra.

DONOSTIA

«El lenguaje del costumbrismo tiene la ventaja de poner en primer plano las viejas costumbres y de servirse de una imaginería que es fácilmente comprensible para todos, pero posee también una gran desventaja y es que conduce a un callejón sin salida, porque sitúa siempre la identidad en términos de pasado», dijo ayer Valeriano Bozal, de la Universidad Complutense de Madrid, en la conferencia que abrió las jornadas organizadas por Eusko Ikaskuntza sobre el arte vasco de la época franquista.

«El lenguaje costumbrista es asumido por la colectividad como algo propio. En este sentido, el costumbrismo parece adecuado para convertirse en expresión de una identidad nacional y cultural, pero se ajusta mal a las exigencias de la modernidad y, por eso mismo, debilita el proyecto identitario, puesto que todo proyecto identitario debe concebirse en términos de futuro, en términos de una creación moderna de la colectividad», prosiguió.

El régimen del general Franco, lejos de mostrarse reacio al costumbrismo, lo apoyó siempre que estuviera exento de connotaciones políticas, es decir, siempre que fuese expresión de una colectividad que no pudiera intervenir ya en el desarrollo histórico. De este modo el costumbrismo se convertía en folklore. «El nacionalismo franquista convergía con otros nacionalismos en aquello que todos podían tener de costumbrismo folklórico, en aquello que unos y otros heredaban del pasado, pero se enfrentaba a los otros nacionalismos, incluso los reprimía, porque guardaba para sí todas las posibilidades de intervención política», dijo.

En semejante situación, los artistas buscaron caminos no habituales para dar salida a la expresión de la identidad. Tal es el caso de Oteiza, Chillida, Ibarrola, Mendiburu, Basterretxea y otros que evitaron el tradicionalismo costumbrista y crearon una iconografía propia del arte de vanguardia. En ese proyecto confluían dos problemáticas: la renovación de los lenguajes artísticos y la expresión de la identidad nacional que busca sus orígenes en una tradición que trascendía la historia», señaló Bozal.

Los artistas que trabajaron en este contexto, como Antonio Saura, Manolo Millares, Antonio Tapies, Eduardo Chillida, Agustín Ibarrola, Jorge Oteiza y otros muchos enlazaban, por una parte, con la configuración de la vanguardia europea, en especial con el llamado informalismo y, por otra, con una actitud eminentemente política, generalizada entre los artistas de vanguardia en la Península, una actitud que no compartían los artistas europeos.

Valeriano Bozal realizó un somero repaso a las contradicciones que larvaron la obra de algunos de estos artistas, deteniéndose en especial en la obra de Chillida. Bozal es catedrático de Historia del Arte Contemporáneo en la Complutense de Madrid y ha sido una de las personas que más ha publicado sobre este periodo. Fue quien en los años del franquismo comenzó a realizar una historiografía vinculando los problemas estéticos con la sociología y la realidad histórica. Su “Historia del Arte en España” fue un clásico.



La cultura convertida en folklore
El franquismo reprimía las manifestaciones de las identidades nacionales, pero al mismo tiempo fomentaba aquellos aspectos que podían ser útiles para su proyecto ideológico. Esos aspectos debían mirar siempre al pasado, debían poseer un marcado carácter costumbrista, folklórico y pintoresco y carecer de proyección política. El franquismo convertía la cultura en manifestación folklórica. -



Esculturas identitarias

DONOSTIA

Fue Antonio Saura probablemente el artista más radical que analizó de forma plástica, pictóricamente, los tópicos de la ideología establecida y sus pretensiones imperiales, abriendo un camino que posteriormente seguirían otros artistas. Bozal citó el caso de Manolo Miralles, quien planteó con más énfasis que Saura cuestiones relativas a la identidad, en su caso la identidad canaria, enlazando la iconografía y formas primitivas con las propuestas vanguardistas. Citó asimismo el caso de Antonio Tapies, pero fue Eduardo Chillida quien centró la segunda parte de su intervención.

«Sus estelas son formas con una larga tradición, una tradición prehistórica, y aluden a caracteres del sentimiento colectivo que conviene recordar: una estela marca un espacio determinado, dotándolo de una fisionomía específica, puede rememorar un hecho, un rito funerario, de modo que nadie que pase ante ella quede ajeno a todo eso. El que se encuentra ante una estela reconoce si forma parte de una colectividad o no. Tal pertenencia constituye su identidad. Son, por lo tanto, esculturas identitarias, como lo son también los de Oteiza», dijo e hizo un análisis de su obra pública.

«La escultura pública de Chillida estudia la posibilidad de un espacio convertido en morada, un término que carga de emocionalidad, como si se tratara de una casa donde se guarece y se refugia, lugar en el que se encuentra con otros. Piezas como ‘Lugar de encuentros’ o la ‘Casa de Goethe’ son los ejemplos más importantes. Conciben el espacio como lugar al que se pertenece, suponen raíces y origen y aluden a la participación en la colectividad», dijo Valeriano Bozal y, tras un minucioso análisis de la trayectoria de Chillida, Bozal finalizó cuestionando la sacralidad del espacio que subyace en la obra, «un rasgo que me preocupa», dijo.


 
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