- Masters de Augusta
Mickelson se pone su segunda chaqueta verde
·Olazabal concluye tercero con la mejor vuelta del torneo gracias a sus 66 golpes
AUGUSTA
El zurdo Phil Mickelson, con sus dos drivers en ristre, logró su segunda chaqueta verde, después de una larga batalla dominical bajo un sol brillante de Augusta. Los tres hijos de Mickelson saltaron al emblemático hoyo 18 a abrazarse al golfista de los dos drivers, para sortear al remodelado Augusta, que entra en la leyenda. Tiger Woods, el defensor del título y mejor del mundo, pero en la jornada de clausura el robot más sensible del planeta (su padre pelea contra un cáncer de próstata), impuso sonriente la prenda a Mickelson, que se acomoda en el lugar de los elegidos que acumulan más de dos títulos de Grand Slam. Dos chaquetas verdes en tres años, tres hijos y tres "Grandes" ya en su palmarés a los 35 años. Mickelson fue el mejor del puñado de aspirantes apelotonados en busca del título, después de un domingo que sirvió para cerrar la tercera ronda inconclusa por la lluvia y en el que el campeón se metió 30 hoyos. Suya fue la gloria después de un sólo error en el último hoyo, y también el cheque de 1.260.000 dólares de premio en metálico con 281 golpes (7 abajo), dos golpes de ventaja sobre el sudafricano Tim Clark. Todos soñaban con vestirse con la prenda más codiciada del golf, pero la estadística no perdonó: en los últimos 15 años el campeón salió siempre del partido principal, donde estaba Mickelson junto con Fred Couples. José María Olazabal también soñó ayer. Con la mejor vuelta de todo el torneo (66 golpes), remontó desde los sótanos para volver a acariciar un sueño que le es familiar en Augusta (ganó en 1994 y 1999). Pero otra vez el maldito hoyo 11, y después otro error en el 16, destrozaron una vuelta espectacular, con un eagle en el hoyo 15 tras un maderazo cinco magistral. Mientras el vasco, orgulloso y satisfecho con el trabajo curaba sus heridas, Mickelson seguía a lo suyo, con cuatro birdies y el citado error final para reflejar 69 golpes. Couples, intentó frenar la inercia del mejor jugador
zurdo del mundo. Pero a sus 46 años, se comportó como un gran compañero de
partido. Mickelson y Couples compartieron la presión. Pedalearon juntos hasta
que el zurdo en el «Amen Córner», amparado en sus dos drivers demoledores y
favorecido por la amabilidad de unos greens blandos por las lluvias, demarró sin
piedad hasta dejar el torneo visto para sentencia.
Olazabal también toma medidas y recoge los resultados
AUGUSTA ¿Comienza una nueva era? La tecnología avanza a pasos agigantados y los rectores de los torneos buscan, mientras, la compensación metiendo más metros a los recorridos. El vasco, tercero y rozando la gloria (su obsesión por la distancia le restó eficacia con los hierros), sigue los mismos pasos: mide su potencia con el método de Juan Elizondo, un mexicano afincado en Nebraska que ofrece la posibilidad de medir la velocidad que alcanza el palo en el swing con un sofisticado velocímetro instalado en la cabeza del palo. Y su empresa, The Spedd Stick, da la solución: si el golfista alcanza los 200 kilómetros por hora en down swing, logrará una distancia de 270 metros. Olazabal lo probó y está en distancias para ganar torneos en Estados Unidos. Castañazo al driver, un hierro del 9 hacia abajo y tener suerte con el putt. El vasco, así, ya está este año instalado en el top-ten de ganancias con más de 1,5 millones de dólares. Además, sigue con su progresión en la tabla mundial y mejora cinco posiciones para ser duodécimo. Tras concluir el torneo admitió «los líderes tendrían que haber cometido muchos errores. Nunca sabes lo que puede ocurrir, pero con la pegada de los que van arriba, los hoyos 13 y 15 pares cinco lo tienen a huevo», añadió. Olazabal apuntó que afrontó la última ronda dispuesto a «jugar al golf lo mejor posible. Al final he respondido bien, sólido. A pesar de los contratiempos de los primeros días estoy contento», declaró.
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