Cada 2 segundos se deforesta un área como un campo de fútbol
«Estamos destruyendo los preciosos bosques nativos primarios a un tasa sin precedentes. Un área del tamaño de un campo de fútbol es deforestada cada dos segundos en el mundo». Este dato, aportado por Greenpeace, da una idea del ritmo acelerado que lleva la destrucción de bosques en el planeta, donde ya sólo el 10% son nativos.
IRUÑEA
La cuarta parte de los bosques que se han perdido en la Tierra en los últimos 10.000 años han sido derribados en las tres últimas décadas, según un informe elaborado por Greenpeace. Esta organización ecologista advierte que la pérdida de masa forestal está directamente relacionada con la merma de biodiversidad del planeta, y aporta datos preocupantes: la actual tasa de extinción de plantas y animales es cerca de mil veces más rápida que antes de la aparición de la especie humana, y se incrementará 10.000 veces hasta el año 2050.Junto con este diagnóstico, Greenpeace ha elaborado una serie de mapas que identifican ecosistemas terrestres y marinos de gran importancia ecológica para el mundo y que están gravemente amenazados. Los mapas han sido confeccionados con fotos por satélite de gran resolución para generar «retratos» de las áreas de la Tierra y de los océanos que deben protegerse, con el objetivo de «detener la pérdida de biodiversidad y recuperar la vida del planeta». Además de los últimos bosques intactos de la Tierra, los mapas exponen el efecto en estas áreas de la deforestación causada por la industria maderera y agropecuaria a gran escala. Un dato significativo que se ha podido obtener gracias a las imágenes realizadas es que 82 de los 142 países que poseen bosques ya perdieron toda la masa forestal originaria. Los mapas han sido elaborados por especialistas de la Universidad de York, en Gran Bretaña, y además identifican áreas marinas que necesitan de inmediata protección contra la pesca indiscriminada, la minería y la contaminación. «Este estudio deja claro que es urgente y posible establecer una red global de áreas protegidas de florestas y océanos. De lo contrario advierte Greenpeace en veinte años la falta de acción de los gobiernos puede derivar en la pérdida de gran parte de la biodiversidad». Por su parte, la organización ecologista WWF (Organización Mundial de Conservación) advierte de que el bosque tropical del Amazonas está amenazado por el cambio climático, según se desprende de una investigación científica. En concreto, señala que los estudios de modelos climáticos «proyectan un ambiente más cálido y seco para la región amazónica, lo que muy probablemente conllevará a una disminución sustancial en la precipitación pluvial en el Amazonas».
Amenaza a la biodiversidad
A juicio de la asociación WWF, el cambio climático representa «una amenaza importante» para el bosque amazónico, donde se encuentra una gran parte de la biodiversidad del mundo. «Las amenazas en esta zona se traducen como amenazas generales a la biodiversidad», afirma Lara Hansen, directora científica de Cambio Climático de WWF. A su juicio, «el mundo necesita evaluar urgentemente las vulnerabilidades del cambio climático e integrarlas en los esfuerzos de conservación de la biodiversidad». Sus temores son ratificados por una investigación auspiciada por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE). Según las conclusiones de este estudio, el calentamiento global y la deforestación po-drían convertir del 30 al 60% del bosque tropical del Amazonas en bosque seco de sabana. De hecho, el clima en el noroeste de Sudamérica, incluyendo la región del Amazonas, ya ha cambiado durante el último siglo. Por ejemplo, de 1990 a 2000, la temperatura promedio mensual se ha incrementado de 0,5 a 0,8 grados centígrados. «Estamos corriendo un riesgo muy alto de perder un área significativa del bosque tropical del Amazonas. Si el calentamiento se incrementa en tan sólo unos pocos grados centígrados, el proceso de sabanización puede ser irreversible», previene Carlos Nobre, científico principal del INPE. Los científicos de todo el mundo coinciden en que el bosque amazónico funciona como un importante lavadero de dióxido de carbono (CO2), el gas emitido principalmente por la quema de combustibles de cargón, petróleo y gas natural, y principal generador del cambio climático. Sin embargo, cerca del 20% de las emisiones de CO2 proviene de la deforestación. «Si su destrucción continúa, el bosque del Amazonas puede convertirse en una fuente neta de CO2», advierte WWF, al tiempo que hace un llamiento a los gobiernos para proteger el clima y la biodiversidad del mundo. En esta misma línea, el coordinador de Cambio Climático para el Programa de América Latina y el Caribe, Giulio Volpi, enfatiza que tanto la quema de combustibles como la deforestación deben ser «urgente y significativamente reducidos, para poder salvar a la biodiversidad y a la humanidad de cambios climáticos catastróficos». «Los países del Amazonas agrega deben comprometerse a detener la deforestación, para el beneficio de generaciones presentes y futuras».
Riesgo de los bosques ibéricos
La preocupación por los efectos del cambio climático no se limita sólo a Amazonas, sino también a otras partes del mundo. Así, Rafa Sánchez, portavoz de Ekologistak Martxan en Nafarroa, alerta del «peligro y riesgo» que el calentamiento de la Tierra supone para los ecosistemas terrestres en general, y precisa que serán «particularmente graves» los efectos sobre los ecosistemas localizados en el área biogeográfica mediterránea. Rafa Sánchez recuerda que los científicos ya han comprobado durante los últimos años cambios fenológicos en determinadas especies vegetales, como por ejemplo el adelantamiento en la época de floración y el rebrote, y precisa que los cambios en los ciclos vitales afectan también a las especies animales. Para disminuir el impacto negativo del cambio climático, Ekologistak Martxan propone «reducir el grado de fragmentación de los espacios naturales que eviten las discontinuidades, como fórmula de elevar las posibilidades de migración altitudinal y latitudinal de las especies silvestres». Del mismo modo, considera importante controlar los sistemas de explotación y aumentar o mantener la heterogeneidad de los sistemas naturales, de manera que sean más resistentes ante las plagas o los incendios forestales. Por ello, Rafa Sánchez destaca la necesidad de reforestar las áreas marginales o en abandono procedentes del sector agrícola. «La función productiva de los bosques (madera, sustancias medicinales, pastos, hongos...), así como la ambiental (mantenimiento de la biodiversidad, regulación hídrica, conservación del suelo...) y la social, se verán influenciadas de manera negativa por las variaciones climáticas que se avecinan», augura Rafa Sánchez.
Los robledales de Urdaibai, «en estado lamentable»
GARA
IRUÑEA Más de la mitad de la superficie de Euskal Herria está cubierta por bosques. Pero el hecho de que haya muchos bosques no significa que todos ellos se encuentren en buenas condiciones. «Es más importante la calidad que la cantidad», opina un grupo de profesores del Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la UPV que está realizando una investigación para conocer, entre otros, los árboles y plantas del ecosistema de Urdaibai. Según los resultados obtenidos hasta ahora, los encinares de Urdaibai se encuentran en un estado aceptable. Sin embargo, en lo que se refiere a los robledales, la situación es radicalmente distinta. «Sin duda alguna, los robledales son los bosques que más han padecido la intervención humana. Quedan muy pocos y están dispersos, en peligro de extinción», previene este grupo de seis investigadores. Por lo que respecta a los pinares, constatan que son abundantes, aunque producen «ciertos problemas» desde el punto de vista ecológico. En concreto, señalan que «no sólo disminuyen la biodiversidad, sino que empobrecen muchísimo el suelo, por lo que éste pierde productividad». La actividad del suelo es un factor muy importante a tener en cuenta en la productividad de un ecosistema. Por ello, también se están estudiando las encinas del suelo de Urdaibai con la ayuda de un grupo de personas del centro de investigación Neiker. Los investigadores creen que las encinas son buenas informadoras del funcionamiento del suelo y que están íntegramente relacionadas con la biodiversidad del ecosistema. Otro de los objetivos del estudio es comparar la situación actual y la de hace veinte años, observar la evolución del ecosistema y conocer las razones por las cuales se han producido los cambios. La FAO aboga por la reforestación para combatir
el CO2 El Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destaca la necesidad de una buena gestión forestal debido a la íntima relación que existe entre el cambio climático y los bosques. Según la agencia de la ONU, con el aumento de la retención de carbono por los bosques mundiales gracias a una mayor lucha contra la deforestación y el aumento de la repoblación y la reforestación, se podría compensar un 15% de las emisiones de carbono producidas por los combustibles fósiles en los próximos 50 años. La FAO constata que los cambios que se producen en el clima mundial están afectando a los bosques debido al aumento de las temperaturas, a la modificación de las pautas pluviales y a la presencia cada vez más frecuente de fenómenos climáticos extremos. Los bosques y la madera que producen absorben el dióxido de carbono de la atmósfera y lo convierten, a través de la fotosíntesis, en carbono que almacenan en forma de madera y vegetación. Este proceso se denomina «fijación del carbono», y contribuye a mitigar el cambio climático. Un billón de toneladas En los árboles, el carbono supone alrededor del 20% de su peso. Además, la biomasa forestal también actúa como depósito de carbono. Según los estudios de la FAO, los bosques y sus suelos almacenan en la actualidad más de un billón de toneladas de carbono en todo el mundo, lo que supone el doble de la cantidad que flota en la atmósfera. Sin embargo, la destrucción, la explotación excesiva o los incendios forestales producen dióxido de carbono, el gas responsable del efecto invernadero. En concreto, la destrucción de los bosques libera en la atmósfera unos 6.000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. Por ello, la FAO insiste en la necesidad de tomar medidas urgentes para hacer frente a esta compleja serie de interrelaciones de una forma integral, así como usar la bioenergía. «Es necesario frenar la deforestación y ampliar la superficie boscosa, pero también es necesario sustituir los combustibles fósiles por biocombustibles elaborados con madera de bosques gestionados de forma responsable, con el fin de reducir las emisiones de carbono». Así lo entiende el secretario del grupo interdepartamental de trabajo de la FAO sobre cambio climático, Wulf Killman, quien propugna «utilizar la madera para elaborar productos duraderos capaces de mantener el carbono fuera de la atmósfera durante períodos más largos de tiempo».
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