El Aberri Eguna, reafirmación de nuestra identidad nacional, ha constituido otra convocatoria más a la fiesta y al quehacer. Tarea y esfuerzo especialmente urgentes en un tiempo proclive a los cambios.
Pero ¿dónde están los tales cambios? En las sedes gubernamentales, y al menos hasta el momento, no. París e Iruñea aparentan no darse por enterados pretextando que el asunto no va con ellos. Madrid y Gasteiz remolonean. Pretenden postergar los deberes hasta después del verano o sine die. Sí se han producido cambios, y no pequeños, en el ámbito internacional. El Vaticano, la ONU, la Unión Europea reconocen la existencia de un conflicto, reclaman que se aproveche la oportunidad y ofrecen sus servicios de mediación. ¡Ya era hora! Durante demasiados años se han limitado a reiterar las monsergas de París y Madrid: «no existe más problema que la violencia de un grupo de malandrines».
Los cambios que refiero sí se están produciendo en la sociedad, al menos en la vasca. Basta con escuchar los comentarios de la calle, las tertulias de familia o seguir con atención la agenda de convocatorias y las concurrencias que congregan. Crece por momentos la sensibilidad política en un contexto de oscilante esperanza. Madura la conciencia colectiva y se expresa, día a día, en nuevas iniciativas de participación ciudadana. Si hasta ahora han sido los núcleos más activos los que se mantenían movilizados, cada vez son más los sectores sociales que se incorporan. La sociedad se está lanzando a la calle. Y ninguna confirmación mejor que los temores y cautelas de los sectores inmovilistas que se sienten interpelados. “Abc” insulta a la COPE, ésta reprocha a Rajoy y don Mariano al Papa de Roma. Sanz y Alli colocan saquetes de arena en las almenas de su castillo para defenderse de las turbas que se aproximan. El PSOE criminaliza el derecho a la huelga. Y el PNV prohíbe a sus gentes la concurrencia a las manifestaciones: «no es tiempo de agitar la calle formando frentes».
Los nuevos acontecimientos nos interpelan a todos. ¿Zambullirnos en la corriente o contemplarla desde la orilla? La vida nos vuelve a situar ante otro tiempo intenso. Y nos ofrece el privilegio de ser sus protagonistas. Lo que cada cual aporte contribuirá a encarrilar el presente y a consolidar el futuro. Y lo que dejemos de hacer también supondrá un vacío nada desdeñable. Con el paso de los años, releeremos en nuestras respectivas historias la crónica de estas fechas. O para volver a vibrar con la energía que hoy proyectemos. O para lamentar sin remedio la oportunidad que perdimos. -