El derecho internacional como campo de batalla
En plena campaña de presión de EEUU contra Irán, Natalia Alvarez, de la Universidad de Aberdeen, ofreció un análisis de las tendencias principales en materia de resolución de conflictos en el Derecho Internacional. Un análisis que se centró especialmente en el conflicto de Kosovo, como paradigma de la preocupante situación actual.
ESKORIATZA
Las jornadas sobre Derechos de los Pueblos y Gobernanza Mundial, celebradas en la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Mondragón, en Eskoriatza, se clausuraron el pasado viernes con una exposición-diagnóstico sobre las tendencias principales en los mecanismos de resolución de conflictos desde la perspectiva del Derecho Internacional.A cargo de Natalia Alvarez, la investigadora de la Universidad de Aberdeen destacó que, en plena crisis del concepto clásico de soberanía, con el papel creciente de entidades no estatales en la arena internacional, «asistimos desde los noventa a una situación en la que los estados se están aferrando al núcleo duro de aquella concepción, el uso de la fuerza». Uso de la fuerza prohibido por la Carta de la ONU y, en todo caso, regulado para tres supuestos: la intervención humanitaria, la violación de la legalidad internacional y la legítima defensa.
Las guerras contra Irak
Sin obviar que este tercer e igualmente discutido supuesto, el de la legítima defensa, fue invocado por EEUU para su ataque a Afganistán para el 11-S, Alvarez fijó la atención del auditorio en tres momentos recientes, la segunda Guerra del Golfo (1991), el conflicto de Kosovo (1999) y la invasión de Irak, «que no es sino el corolario de lo que quedó pendiente en la Guerra del Golfo».Así como en esta guerra «EEUU cerró toda posibilidad de negociación pese a que Saddam se comprometió a retirarse de Kuwait», este mismo modelo de cercenamiento de la diplomacia internacional se repitió en Kosovo, recordó. En este sentido, la investigadora constató que, las negociaciones previas a los bombardeos de los Balcanes, los llamados Acuerdos de Rambouillet, fueron diseñados para que al Gobierno serbio no le quedara otra alternativa que rechazarlos». Una estrategia que llevó a una intervención de la OTAN, decidida ya un año antes, y en la que los agresores contaron con otras bazas, como la utilización de la «ansiedad ética, cuando a los que desde el derecho denunciábamos la ilegalidad de la intervención nos advertían de que se iba a repetir la masacre de Bosnia». Junto a este chantaje, Alvarez destacó, como elementos de la estrategia de los aliados de la OTAN para justificar su intervención, «el uso intencionado de un tipo de datos y el olvido de otros y la propagación de una visión maniquea, en la que Milosevic era el malo y los albano-kosovares los buenos». Todo ello en el marco de una estrategia para justificar el uso de la violencia, por una coalición de estados, como método de resolución de conflictos. La investigadora criticó, en este sentido, en que «nadie repara en la situación creada tras estas intervenciones» y volvió a destacar la caótica situación de Kosovo como paradigma. Paradigma igualmente válido para Irak y, en su caso, para Irán.
Conflictos de Kosovo, Sri Lanka y Nagorno Karabaj
GARA
ESKORIATZA
Las jornadas, organizadas por Heis (Centro de Estudios sobre los derechos colectivos) y la facultad HUHEZI de Eskoriatza, han contado, entre otras, con la presencia de Verena Graf, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos (LIDLIP).
Si el objetivo de esta iniciativa era observar la esfera internacional desde la atalaya de Euskal Herria, pueblo que vive un momento histórico importante, Graf trajo a la mesa de la situación de otros tres pueblos, los tamiles, los kosovares y los pobladores de Nagorno Karabaj, enclave mayoritariamente armenio pero adjudicado por los soviéticos a Azerbaiyán.
La portavoz de la LIDLIP ofreció un análisis comparado de estas tres situaciones, de las que destacó sus semejanzas.
En primer lugar, recordó que se trata de enclaves con una población homogénea, por lo que «es difícil imaginar una solución que no pase, probablemente, por la independencia».
Reseñó que en estas situaciones «están en disputa dos derechos fundamentales reconocidos: la libre determinación y la integridad territorial, lo que obligará a crear un derecho nuevo, adaptarlo, y eso sólo puede hacer la fuerza de los pueblos».
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