Qué gran pluma se pierde». La frase la decía Pablo Cabeza, el también especialista musical, cuando le comunicaba la muerte de Xabier Rekalde. Este crítico de jazz y de músicas del mundo, colaborador de este diario, escritor y, sobre todo, bohemio y aventurero ­o culo inquieto, como adjuntaría él con toda probabilidad­ falleció la madrugada de ayer en accidente de coche cuando regresaba de Madrid a Tórtola de Henares (Guadalajara), donde residía.

Venía de la presentación de la nueva edición de Pirineos Sur, el festival que se desarrolla en Sallent de Gállego y con el que tenía una estrecha relación desde hace quince años ­y donde ayer estaban estremecidos por la noticia­. Y vendría, pienso yo, pensando en el artículo para Zazpika que debía entregar al día siguiente, uno de esos aguijones en forma de texto que te asaltaba desde la página 2. No lo pudo mandar aunque, cosas de la vida y de las imprentas, este próximo domingo día 7 podremos leer el último que escribió; un artículo póstumo titulado “Moda y sumisión”, que ya estaba impreso cuando se conoció la noticia de su muerte.

Definirlo ya resulta bastante difícil, porque este hombre hacía y había probado casi todo; pero intentar esbozar su biografía se me antoja casi imposible. Me explico. Discreto y casi hermético en cuando a su vida privada, los que le conocimos nos encontramos con que teníamos retazos de información que nos había ido lanzando como las volutas continuas de humo del tabaco que fumaba ininterrumpidamente. Bilbaino o barakaldés ­véte a saber­, pero vizcaino era seguro, le recuerdo con los dedos amarillos y aquellas chilabas que, durante una temporada, le dio por pasear por los festivales. El era así. Amante de la música y del jazz del bueno, el que llega a las tripas sin tonterías, tengo que dar una noticia: Xabier Rekalde era, en realidad, Begoña Lasa. Sí, porque a este hombre lo conocimos cuando tenía una doble personalidad: una, como crítico de un diario de gran tirada estatal ­“El Mundo”­ y otra como crítica ­sí, chica­ de jazz en “Egin” durante muchos años. Aquella doble «sexualidad» jazzística, naturalmente, volvía loco a su medio «oficial» y a los músicos ­el pianista­, también le buscó bastantes enemigos y, sobre todo, le daba mucha risa a Begoña/Xabier. «¿Qué, hoy estás con la regla?» era nuestra frase cuando daba caña en sus críticas. Con aquel “Egin” siguió hasta el final y dijo adiós a “El Mundo” cuando en el Jazzaldia donostiarra de julio de 1998, con “Egin” recién cerrado, no le publicaron la crítica de la actuación de Michel Portal y Richard Galliano... porque, entre párrafo y párrafo, daba puntadas recordando el cierre. La crónica censurada se publicó en “Euskadi Información” y comenzaba con «la ciudad amaneció sin poesía, sin el aguijonazo de la emoción por el que se nota la vida; porque el resto es transcurso, inercia y guión ajeno (...). Había un festejo que llenaba las calles de prosopopeya con brochazos jazzísticos, que siempre se ha presentado como la expresión sonora más libre; y había, en la rotonda contigua, unos periodistas reducidos al silencio y con el trabajo vedado, y unos lectores que se habían quedado sin la opinión más o menos compartida». Al nacer GARA dijo un «sí» rotundo cuando se le propuso colaborar con Zazpika y Mugalari, mientras seguía de crítico en temporada jazzística.

Más datos: fue un conocido promotor musical, director de los Encuentros de Culturas Mediterráneas de Almería, jurado en numerosos certámenes, era un gran viajero que tenía amigos en los círculos intelectuales y progresistas de América y los países árabes, propietario del café Barbieri ­uno de los últimos cafés bohemios de Lavapiés­, impulsor de un acto contra la Constitución que reúne a cientos de personas cada 6 de diciembre en Madrid... y creador del «pinzamiento Rekalde»: un dolor en la cervical que me atenazaba los viernes cuando no llegaba su artículo de Zazpika. Pese a todo, nunca pude enfadarme con él. -

Amaia EREÑAGA