La de ayer fue una jornada excepcional. Sí y no. Si nos atenemos a la contundencia de los datos, sí. Un trabajador muerto en Larraga, uno herido grave en Gasteiz y cinco más ingresados en el hospital, dos de ellos con quemaduras muy importantes, tras la explosión registrada a la entrada de una empresa de Hernani. Sin duda el balance, en lo cuantitativo, es extraordinario. Sin embargo, no puede considerarse como fuera de lo común la jornada si con ello tratamos de decir que lo ocurrido ayer difícilmente se puede repetir. Lamentablemente, la media de una muerte laboral cada dos días en que se mueve nuestro país es lo realmente extraordinario, y sólo desde esa rutina en que se ha convertido la inseguridad en el trabajo se puede abordar la reflexión sobre lo ocurrido ayer.

No puede atribuirse a la fatalidad, a una concatenación de circunstancias adversas, ni a nada por el estilo, lo que sucede a diario en nuestros centros de trabajo. Es evidente que, con algunas iniciativas, como las de aportar datos alternativos a los que manejan los sindicatos, lejos de buscarse soluciones, se trata de ocultar la dimensión del problema. Eso, y abaratar quizás todavía más la muerte en el trabajo, al arrebatar la condición de accidente laboral a una buena parte de los fallecimientos que se producen en el espacio laboral. Ese no es el camino, y si la Administración más cercana quiere marcar su impronta en una materia como la que nos ocupa, bien estaría que orientara los recursos de que dispone no tanto a fomentar esas triquiñuelas como a incidir en la prevención y a actuar con toda la contundencia que se precisa ante quienes imponen formas de producción que son sinónimo de prácticas de riesgo para la salud de los trabajadores.

Una política más incisiva en esta cuestión es un imperativo. A nadie se le oculta que la falta de un marco propio de relaciones laborales es un déficit que incide de lleno el este problema, al permitir imponer reformas laborales que favorecen la temporalidad y el abuso de la subcontratación. Sin embargo, y a la par de trabajar, si es posible desde la unidad, para dotar a Euskal Herria de los instrumentos que les son precisos en materia laboral, se impone reflexionar sobre qué sistema productivo se necesita en este país. No sea que disponiendo de los medios, falle la voluntad política para implantar un modelo de relaciones laborales que no se articule, como el actual, dando prioridad en exclusiva a la ganancia de la clase financiera-empresarial. -