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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-05-13
José Luis Orella Unzué - Catedrático senior de Universidad
Etica y estética a la carta

Estamos viviendo en un mundo en el que las normas éticas y los valores estéticos han entrado en un proceso acelerado de cambio. Más aún, hemos llegado a un relativismo tan personalista que ya no basta con decir que esto lo creo yo bello o ético, sino que las apreciaciones de moralidad o de belleza se corresponden con la situación del hoy y del aquí de cada una de los opinantes.

En temas éticos y aun estéticos no hay forma de poner de acuerdo a los padres con sus hijos, a los educadores con sus alumnos, ni a los contertulios y dialogantes entre sí.

Ante el acorralamiento del diálogo interpersonal todos terminamos afirmando este cuadro no me gusta y, por lo tanto, por muy buena firma que lo acompañe, yo no lo compro o la acción de este político no la considero ética.

Yo mismo en mis clases universitarias, impartidas sobre los problemas del mundo de hoy y ante la pregunta de un alumno, resolví el tema de la clonación afirmando que hoy mayoritariamente es ética la clonación terapéutica, pero que sobre la clonación reproductiva, hoy por hoy, la sociedad en la que vivimos no la considera ética, si bien dentro de unos años veremos que los científicos habrán realizado clonaciones reproductivas y en ese momento la sociedad estudiará y decidirá su opción ética sobre la mismas.

Y empecemos por la ética. Los diccionarios definen la ética como el conjunto de principios y re- glas morales que regulan el comportamiento y las relaciones humanas; o también como la parte de la filosofía que trata del bien y del mal en los actos humanos.

Los principios que guían a la ética, lo mismo que a las ciencias humanas en general, no son inmutables e independientes del soporte filosófico y cultural en el que hayan sido pensados. No son, por lo tanto, invariables, sino cambiantes, y reflejan la situación o madurez de la persona misma, de su ambiente, de su situación socio-económica y de la evolución cultural de su civilización. Más aún, estos principios deben ser asumidos por cada uno de los individuos que configuran el entorno social. Por lo tanto, podríamos afirmar que los principios de la ética son producto de un conjunto de tradiciones, atavismos y circunstancias complejas por las que atraviesa cada una de las personas dentro de la diversidad de las sociedades y de los pueblos en las diferentes generaciones de su historia.

Pero, precisamente por esta variabilidad, la ética es una referencia insoslayable del devenir de los individuos y de las sociedades. La ética canaliza los conocimientos científicos y posibilita su transmisión a los conciudadanos de esa misma sociedad. El marco ético evoluciona, cambia, se acomoda al albur de los cambios personales y sociales. Pero lo que soporta la solidez de la ética cambiante es la honestidad profesional del sujeto ético. Los avances técnicos y la investigación científica inducen la mejora en la vida de los seres humanos, la purificación de las creencias irracionales y la modificación de los valores éticos. La ética podrá ser cualificada en un marco religioso concreto, y en este supuesto hablaremos de ética confesional. Pero aquí hablamos de ética laica. En este último sentido, los avances técnicos y de la investigación científica, por ejemplo en el tema de las células madre, tendrán que ser tamizados por la misma sociedad dentro de unos marcos éticos que esa misma sociedad se atribuye y se dota. Las repercusiones éticas futuras de los avances científicos serán calificadas en cada momento por la sociedad que los actualice. Pero no puede ser frenada en un momento concreto la investigación científica por el temor a una trasgresión ética futura. Junto a los avances de la técnica y de la investigación científica, las propias sociedades actoras de esos avances deberán reformular sus principios éticos y sus normas jurídicas, de modo que no se vea frenada ni la investigación científica, ni la formulación ética ni la norma jurídica por presupuestos filosóficos de un ropaje antiguo. Las soluciones éticas deben seguir a las aplicaciones de la ciencia o de la tecnología, pero nunca deben preceder como freno a la propia investigación científica.

No se puede admitir la tesis general del iusracionalismo en la que se afirmaba la posibilidad de que un conjunto de intelectuales y en un trabajo de laboratorio pudieran formular leyes válidas para todos los pueblos, generaciones y circunstancias por el hecho mismo de que eran conformes a los principios innatos de la razón natural.

Pero, sin embargo, la aceptación del volksgeist o espíritu del pueblo o, mejor, de cada uno de los pueblos, teoría que salió en contradicción del racionalismo, no nos puede llevar a afirmar, sin acotación alguna, el personalismo individualista y ególatra de que cada uno pueda formular sus normas de comportamiento jurídico, social o ético.

Y sigamos hablando de la estética. Para los estetas el artista con su obra de arte se sitúa en un estadio humano peculiar y en un plano habitual especial que presupone la experiencia, se apoya en la naturaleza como base inmutable y maestra, cuenta con el talento personal, con la práctica empírica y con el conocimiento teórico de las reglas de acción.

La obra de arte produce tanto en el artista como en el receptor un placer desinteresado de los sentidos superiores, placer que se experimenta en el ejercicio mismo de la actividad humana, en la contemplación de la obra acabada y en la purificación de los instintos.

La catarsis que se produce al contemplar la obra de arte genera una clarificación racional de las pasiones. Esta catarsis preserva a las pasiones de los peligros y placeres que ellas mismas producen, y concentra a la persona en un placer inocente y de equilibrio racional haciendo que la pasión se exprese por la inteligencia y la palabra.

¿Ética y estética a la carta? Ambas a dos son opciones personales pero actualizadas en sociedad. El arte, la ética y la mística son los niveles más excelsos de la personalidad humana. La mística no está al alcance de todos, en efecto; sin embargo, la ética es responsabilidad inelu-dible de cada persona en su acción social, mientras que el arte, al tener grados de actuación y recepción de formas, puede ser alcanzado por todo el que se lo proponga si tiene una guía o un acompañante en el camino. -


 
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