Espoleado por las multicolores camisetas de los procesados en el sumario 18/98, por lo kafkiano de lo que allí ocurre y a la vista de la invasión de la Casa de Campo por el mismísimo Kukudrulu, inicié hace unos días la lectura de “El proceso” de Kafka. Y, mira por dónde, esta semana se me presenta un ejemplo paradigmático de proceso kafkiano sobre violencia de género. M.P.M. había estado con su primo hablando de un grave problema familiar, que precisa de solución inmediata. Total que entre hablar y caña y caña, se les fueron las horas, despidiéndose de madrugada. Cada mochuelo a su olivo y M.P.M. al suyo, en el centro y cerca de La Concha. Quiso el destino que el hambre le jugara una mala pasada y que, antes de irse a la piltra, decidiera pasarse por una pizzería para llenar la panza y dormir plácidamente. Nada anómalo en tal conducta, así que caminaba tranquilo hacia la meca de la pasta nocturna, cuando de repente ve pasar a un individuo corriendo. Pero, como la fiesta no iba con él, y además el sueño hacía ya sus efectos, M.P.M. apenas se fijó en lo que pasaba. A los pocos segundos, un grupo de paisanos y guardias municipales le salen al paso. Unos decían: «es él, es él», por lo que los policías le piden la documentación y le esposan con las manos a la espalda, al tiempo que una chica con acento y aspecto suramericano, la presunta victima del aún desconocido suceso, se dirige a los municipales diciéndoles que el detenido no tiene nada que ver y que es un error. M.P.M. es introducido en el vehículo policial, donde una guardia le pregunta: «¿por qué le has pegado a la chica?». M.P.M., estupefacto, contesta que no ha pegado a nadie y que viene de tomarse unas garimbas con su primo. Resultado: noche en calabozos sin información siquiera del motivo de la detención, ni toma de declaración sobre los hechos, ficha policial como agresor de mujeres y conducción el domingo al Juzgado de Guardia y apertura de diligencias en el de Violencia contra la Mujer. Ya se ha aclarado todo y el expediente se ha archivado respecto de él, pero ahora queda pelear para que desaparezca su ficha policial como maltratador, que es un baldón indeseable. Y luchar por su detención ilegal. Es indudable que la violencia contra la mujer es una lacra que hay que exterminar, pero no lo es menos que bajo ese manto protector no pueden ampararse abusos poli- ciales como el que nos ocupa y colocar a personas inocentes en situaciones de gran zozobra por la cara. -