DONOSTIA
Tras tres años de unión forzosa con Serbia impuesta por la Unión Europea, los ciudadanos de Montenegro apuran hoy las últimas horas de «reflexión» antes del referéndum de independencia del domingo.
El cierre de campaña ratificó la victoria en la calle de los partidarios de la independencia. El Gobierno soberanista logró sacar a más de 50.000 personas a las calles de Podgorica en la mayor concentración de este tipo registrada en la historia del país y que contrastó con el desangelado mitin final de los unionistas el pasado martes.
Y los resultados de las últimas encuestas llegan a lomos de este triunfo popular, cuando auguran más de un 56% de votos a los favorables a la independencia de Montenegro.
Lo cierto es que, a medida que se acerca el histórico 21 de mayo, los sucesivos sondeos de opinión han venido certificando un repunte del «sí», que arrancó en torno al 50% y logra ya una mayoría holgada.
Holgada si la UE no hubiera impuesto una peculiar interpretación de la dinámica de las mayorías y las minorías, obligando a los independentistas a superar el listón del 55%.
La exigencia no rige para los unionistas, a los que basta superar el 45% de «nóes» para frustrar las expectativas del Gobierno montenegrino.
Porque se da por descontado que el referéndum superará el segundo escollo y superará el 50% del censo. Montenegrinos residentes en EEUU y en Europa occidental han vuelto a su patria y todo apunta a que optarán mayoritariamente por el «sí». Belgrado ha fletado autobuses de montenegrinos residentes en Serbia, a los que presionar amenazando con represalias en caso de que se imponga la independencia.
El primer ministro serbio, el «nacionalista» Vojislav Kostunica, y el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Serbia, Pavle, han unido sus voces para pintar un cuadro apocalíptico.
Abundan, en Serbia y en sus aliados unionistas, los mensajes que insisten en que no reconocerán el resultado.
El presidente serbio, Boris Tadic, se ha desmarcado y ha asegurado que «aceptaré la decisión de los montenegrinos».
El presidente montenegrino, Filip Vujanovic, insiste en que no contempla la posibilidad de una derrota aunque descarta una «declaración unilateral de independencia».
En espera de que cierren las urnas, e independientemente de la matemática electoral, ya nada será los mismo en Montenegro. Allá donde miran estos días muchos ojos. Aunque algunos lo hagan a hurtadillas.
Más información en el dossier especial sobre Montenegro en la web gara.net
Dabid LAZKANOITURBURU
Sostienen los analistas y políticos del unionismo que impera por estas tierras que no tienen envidia alguna de los montenegrinos. Tratan así, trayendo a colación el sin duda sangriento pasado de los Balcanes, de torpedear el incómodo debate sobre la práctica del ejercicio del derecho de autodeterminación de un pueblo europeo que nunca fue colonia salvo acaso en los tiempos del imperio otomano.
El recurso, aunque manido, dice mucho de todos los que lo utilizan y de su autosuficiencia. Igual se creen que el destino de los montenegrinos es envidiar a los «españoles» y a su reciente pasado de sangre y destrucción (golpe militar franquista, guerra posterior y dictadura).
De la autosuficiencia, al desprecio hacia los pueblos balcánicos que subyace en este tipo de argumentaciones. Y es que la misma Europa que fue responsable por acción y por omisión de la dramática desmembración de Yugoslavia, trata a los balcánicos como una suerte de montañeses irredentos, enfrascados en luchas clánicas a muerte entre un valle y otro. Un buen análisis para ocultar la mala conciencia.
Y además dónde y en Montenegro. Una república que, pese a su alineamiento con Serbia, consiguió en buena medida quedar al margen de la «locura» protagonizada por los Milosevic serbios y los Tudjman croatas y alimentada por los carroñeros occidentales.
Los montenegrinos votan en paz y en libertad. Y un «español» a la fuerza siente por ellos envidia. Sana, pero envidia. -
