El Gobierno de Irak, secundado por las autoridades militares extranjeras que ocupan el país, dio cuenta ayer de una noticia largamente esperada: la muerte del que se ha venido presentando como el líder de la red Al Qaeda en Irak y al que se han atribuido los atentados más importantes ocurridos en ese país, siempre con el objetivo de fondo de minimizar la resistencia iraquí y de sobredimensionar el «factor extranjero» en el combate a la ocupación del país.
El jordano Abu Musab al-Zarqawi ha sido convertido en el enemigo a batir, y en cierto modo, se ha reproducido con su persona el proceso de propaganda que se siguió con Sadam Husein. Así, tras poner un rostro individual a un enemigo etéreo, aunque con gran capacidad de causar daño, se ha presentado su desaparición como prioritaria cara a lograr la pacificación que no la paz en el país.
Al-Zarqawi fue dado por muerto en varias oportunidades anteriores y en lugares diferentes, dentro de una permanente batalla de rumores y falsas informaciones. La propaganda le ha vestido lo mismo de fiel escudero de Bin Laden que de líder caído en desgracia, mientras subían las cantidades ofrecidas por su cabeza. Porque, lo primero que cabe reseñar en relación a esta muerte, es que se presente al mundo como el final natural para el «enemigo número uno» de las fuerzas extranjeras.
Tanto el Gobierno establecido en el país con el apoyo de las fuerzas militares de EEUU y Gran Bretaña, como los ejecutivos de estos dos últimos países saludaron ayer la desaparición de Al-Zarqawi, confirmada por Al Qaeda. La doctrina democrática, que aconseja la captura y el juicio justo, ha dejado paso a la «ley del oeste» que, como se demuestra en el último vídeo de la BBC, es la que los invasores aplican en Irak. De este comportamiento cabe extraer algunas lecciones sobre el objetivo de implementar la democracia y los derechos humanos con que se trató de vencer la resistencia de sus opiniones públicas a esta guerra.
Sin duda, visto desde la única óptica que ellos aplican al conflicto, la bélica, esta muerte permite a Bush y Blair presentar un trofeo de guerra con el que paliar el desgaste de una campaña sin horizonte claro. Más dudoso es pensar que este «asesinato selectivo» sirva para apaciguar la situación, como lo demuestran los atentados de anoche, y lo que parece descartado es que vaya a mejorar la consideración de la población iraquí hacia sus ocupantes. -