EAJ-PNV en forma de díptico. Por infrecuente fuera de campaña electoral, presté especial atención. El máximo órgano jelkide saludaba la independencia de Montenegro y manifestaba «su plena satisfacción» porque el derecho de autodeter- minación se haya ejercitado y sus resultados reconocidos en el corazón de Europa. Me sumo a la satisfacción jelkide.
En segundo lugar, sentenciaban, no sin razón, que «el derecho de autodeterminación no es negociable y su negación implica negar la propia existencia de los pueblos, en general, y del Pueblo Vasco, en particular». Verdades como puños.
Más y mejor en el tercer apartado: «el derecho a la libre determinación y su ejercicio es un instrumento válido, democrático y pacífico para resolver problemas de índole política, como el conflicto vasco, que se remonta a las aboliciones forales por la fuerza». ¿Quién podría negarle al PNV estas verdades del barquero?
En los apartados 4º y 5º, el jelkidismo gobernante «exige que se reconozca al Pueblo Vasco su derecho a la libre determinación», de acuerdo a la carta y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU en su primer artículo. Y hace suya la proclamación de ese derecho hecha por el Parlamento de Gasteiz allá por 1990 para concluir que «la normalización política de nuestro pueblo pasa, inexorablemente, por el reconocimiento de la existencia del Pueblo Vasco y de su derecho a la libre autodeterminación, así como por el ejercicio pactado de dicho derecho».
Nada que objetar a todo lo escrito. Salvo, claro está, la incómoda pregunta. ¿Qué ha hecho, desde 1990 por ejemplo el PNV para que el reconocimiento de Euskal Herria, del derecho de autodeterminación y de su «ejercicio pactado» sean algo más que un enunciado programático o propagandístico? Seguramente nada.
Más no es tiempo de reproches sino de compromisos firmes que posibiliten el avance del proceso. ¿Qué está dispuesto a hacer el PNV para que España y Francia reconozcan a este pueblo y sus derechos? ¿Estarían dispuestos a perder un ápice del poder delegado que ostentan? ¿A perder un euro? ¿Una poltrona?; ¿Un Ayuntamiento? ¿Y una Diputación?
En tiempos de ilusión no es cómodo nadar contra corriente y pocos habrá más ilusionados que quien firma estas líneas, pero la experiencia señala en otra dirección. ¿Nos sorprenderá el PNV cumpliendo la palabra escrita en ese díptico que han buzoneado? Ojalá. -