Paloma FERNANDEZ-RASINES | Antropóloga y profesora asociada de la UPNA
«Deberíamos trabajar todos veinte horas semanales»
Para la antropóloga Paloma Fernández-Rasines, el
sistema actual está preparado para acoger a los hombres que van a ser padres de
familia y puedan conseguir un trabajo bien remunerado «para nutrir a la
familia», dejando a las mujeres en un segundo plano, en un papel de mera
cuidadora. «Se supone que a la mujer el amor le puede salvar, no necesita un
trabajo», señala.
En las jornadas organizadas por Gaztelan usted habló sobre la feminización de la pobreza y señaló que es mucho más complicado que afirmar que las mujeres son más pobres que los hombres...
Para poder definir qué es la feminización de la pobreza, tendríamos que empezar diciendo que las mujeres, efectivamente, están sobrerepresentadas en el total de los pobres. Esto tiene que ver con que los hombres y las mujeres tienen un lugar diferente en la estructura económica. Procede, entre otras cosas, de la división sexual del trabajo, es decir, el propio sistema de sexo-género, que es como funciona el aparato patriarcal, requiere que los hombres ganen el pan y que las mujeres se hagan cargo de las personas dependientes.
Es decir, los hombres ganan un sueldo para mantener a la familia, mientras que las mujeres no producen nada.
Esta estructura está diseñada de manera androcéntrica basada en una realidad por la cual el hombre padre de familia está en el centro del análisis y el resto es periférico. Cuando hablamos de actividad económica estamos hablando de trabajo monetarizado, lo que ocurre es que la mayoría de los hombres en edad reproductiva forman parte del esquema monetarizado, es decir, son activos. Si miramos a las mujeres de entre 25 y 45 años, en cambio, apenas la mitad está en la estructura productiva. El paro femenino supera con creces al
masculino. ¿Desde esta perspectiva, las mujeres no quieren trabajar? Desde esta lectura, que es la canónica, las mujeres son inactivas y los hombres activos. En la inactividad es donde entran los trabajos de cuidado, por ejemplo, los que la EPA califica como inactividad. Siempre estamos hablando de que las mujeres tenemos un índice menor de ocupación, de que casi tenemos el doble de paroŠ, pero hablar de ocupación y de paro es hablar de actividad y somos muy pocas las mujeres que estamos como activas. El problema preliminar es que la gran mayoría de las mujeres están inactivas, son dependientes de sus maridos. La feminización de la pobreza se explicaría desde esta estructura y teniendo en cuenta que el trabajo remunerado es una obligación para los hombres, mientras que para las mujeres es una opción.
Según este sistema son muchas más las mujeres paradas que las que figuran en las estadísticas de la EPA, por ejemplo.
Hay que ser sinceros y no dar solamente el dato del paro de las mujeres, hay que ofrecer todos los datos de las mujeres que están inactivas, y esas mujeres inactivas trasladarlas a las paradas, algo que aumentaría de manera bestial el número de mujeres que supuestamente no hacen nada.
¿Deriva esto en que las mujeres terminen dependiendo de los maridos?
Primero dependen de los maridos, pero cuando la dependencia termina, por la razón que sea, pasan a una situación de exclusión.
¿Cómo se puede conciliar la vida familiar y la laboral?
Primero hay que tener en cuenta que es muy difícil conciliar la vida laboral y familiar cuando se trabaja 40 ó 45 horas semanales, que en la mayoría de las ocasiones es el caso del padre de familia o «gana pan». Esto supondría hablar de que tal vez tendríamos que trabajar menos, pero todos, cada uno 20 horas semanales, por ejemplo. Así podríamos pensar que una familia media; un padre, una madre y dos hijos, en vez de estar trabajando el padre a tiempo completo, la madre en la economía sumergida y haciendo de ama de casa, y con los hijos formándose sine die, para trabajar no se sabe cuándo, deberían trabajar todos 20 horas remuneras y el resto tenerlo para disfrutar, cuidar de los abuelos, para cuidar a los niñosŠ una situación utópica sí, pero de otra manera es difícil hacerlo. -
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