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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-06-25
De madrugada, a pescar
La vida sigue igual (III)


De madrugada, a pescar
A Xuxú le gustaban los temas relacionados con el esoterismo. Había devorado ‘‘El Código da Vinci’’ y no se perdía una sola novedad editorial relacionada con los ovnis, los grandes misterios de la humanidad o las filfas religiosas. Todo con un espíritu acrítico que lo hacía presa fácil del engañabobos más exagerado.

-A ver, Xuxú, cuéntame eso de los archivos secretos del Vaticano, que yo no los conozco.

-Normal. A vosotros, a los curicas de pueblo no os lo van a decir, pero está demostrado que en los archivos secretos hay pruebas sobre la existencia de los extraterrestres y de la verdadera naturaleza de Jesús. Al que llamáis El Mesías era uno de ellos y así se explican los misterios de los que habla la Biblia. La resurrección, los peces y los panes...

Simón, el cura, sonrió. Las dudas, razonables, que le atormentaban de cuando en cuando, se aliviaban con las fábulas. La debilidad creciente de su fe no se resentía con las explicaciones de tres al cuarto que ofrecían los parapsicólogos, las revistas fuleras y los testimonios de gentes ignorantes y necesitadas de protagonismo que hablaban de abducciones, experiencias extrasensoriales y zarandajas por el estilo.

-Bueno, bueno. Si está demostrado, no merece la pena seguir discutiendo. Pero cómo conoces tú lo que está guardado en los archivos secretos. Si se comentan entre los txikiteros de Uriondo, no serán tan secretos. ¿No os parece?

La carcajada fue general. Xuxú torció el morro y murmuró una protesta.

-Así es como habéis tenido engañado a todo el mundo durante dos mil años. Con la palabra fácil, las amenazas del infierno y las promesas del paraíso. A mí me da igual. Yo ya sé de que estoy hablando.

A Mila le aburría la discusión. Los temas religiosos, por regla general, no le gustaban. Y menos aún que nadie incomodara al bueno de Simón.

-Un poquito de respeto, Xuxú. Yo no creo en las cosas en las que cree Simón, ni en las majaderías esas que lees tú. Esas revistas sobre el más allá, los misterios de las pirámides, las líneas de NazcaŠ Flautadas. Eso es, flautadas.

-Pues lo que tú llamas flautadas son cosas demostradas. ¿Cómo coño crees que hicieron las pirámides hace miles de años? ¿Con un andamio?

Huesitos encontró su oportunidad para entrar el liza:

-No, con un látigo y miles de esclavos que curraron durante un montón de años. Todo para mayor gloria de las clases dominantes. Como aquí, que los pobres arrantzales que se dejaban la vida en la mar tuvieron que poner dinero para levantar la iglesia de Andra Mari...

-En realidad la iglesia la financió un indiano. Don José de Urruela, que regresó de América con la cartera llena y la conciencia oscurecida por las barbaridades que había visto y, seguramente, hecho. Pero si Huesitos prefiere creer que la pagó su tatarabuelo, mejor lo dejamos así ­sentenció Simón­.

-Y la ermita de Santa Ana, ¿también la pagó el indiano ese?

-No. La ermita la construyeron los vecinos. Ya ves que es de piedra humilde y no les debió costar mucho trabajo. Además, está edificada sobre una antigua construcción. Desde allí vigilaban la costa para advertir de la llegada de piratas. Eso era muy frecuente.

Xuxú estuvo a punto de abrir la boca para demostrar su vasto conocimiento sobre los asuntos de los piratas, corsarios y bucaneros, pero Gotzon zanjó el tema con un chiste.

-Ahora que habláis de las cosas de los curas, me ha venido a la memoria lo que pasó hace tres meses en un convento de Aretxabaleta.

Mila observó el brillo en los ojos de su marido y advirtió:

-Cuidado, chicos, que huele a chiste.

-No es un chiste. Es tan verdad como las historias que cuenta Xuxú sobre los marcianos. Resulta que había dos mujeres muy preocupadas porque no se quedaban embarazadas y una amiga les dijo que durante una visita a ese convento y con un Ave María se había preñado.

-Vaya chorrada...

-Que no, coño, que es verdad. Fueron al convento ese y al entrar le dijeron a la monja de la portería: «Mire madre, que nos ha dicho una amiga que vino aquí y se quedó embarazada con un Ave María yŠ» La monja les miró con aire angelical y contestó: «Pues no, hijas, no. No fue con un Ave María. Fue con un Padre Nuestro pero ahora mismo está de vacaciones».

Todos rieron la ocurrencia. También el cura.

-A ver qué hacemos, que entre chorrada y chorrada se nos ha ido la tarde y no hemos hablado para nada de la cena.

-Yo me apunto. Total, en casa no tengo más que un par de huevos y unas pocas patatas...

--Concho, Huesitos, tú hasta que no venga tu hermana de veraneo, gastas menos en comida que un congoleño.

-Hombre... no he cocinado en mi vida. Antes cocinaba mi madre y hasta que he venido aquí, la hermana. ¡Cómo coño quieres que aprenda!

-Bueno, yo ya he comprado el lomo y los pimientos. ¿Quién se apunta?

Todos levantaron el dedo como en un concurso.

-Yo también ­agregó Xuxú­ pero voy a avisar a Miren. Por si también a ella le apetece.

-Eso, eso. Mejor dos mujeres que una sola ­matizó Huesitos sin disimular la misoginia que le caracterizaba­.

-No te quejes que a ti no te ha ido mal con las mujeres.

-Mal no. Me ha ido poco. Eso es lo malo.

En la sociedad Ur-Gain no había nadie aquel día. Josefo, un solterón que no fallaba ni un día, salía en el momento en que ellos llegaban.

-¿Qué? ¿De retirada?

-Pues sí. En toda la tarde no ha venido nadie. Y para estar sólo, mejor en casa, ¿no os parece?

-Pues si te quieres apuntar.... Vamos a cenar un poco de lomo y un montón de pimientos verdes, que tienen que estar de puturrú de fua.

-No es mal plan, pero mañana quiero ir a pescar temprano. A ver si cojo algo para merendar.

-¿Dónde te sueles poner?

-En la parte de Santa Ana. Allí hay mucha pesca.

-Mucha pesca ya no hay en ninguna parte, pero si no nos liamos hasta muy tarde yo también iré. ¿A qué hora quedamos?

-A las seis en la plaza, ¿de acuerdo?

-Vale. Si no estoy a las seis, no me esperes. Ya iré más tarde.

Xuxú era dado a concertar citas y no acudir, así que nadie le tomó demasiado en serio. Simón se tomó la venganza:

-Y si pescáis mucho, merendamos todos. A ver si eres capaz de imitar a Cristo con el milagro de los peces. De los panes ya me encargo yo.

Gotzon y Mila se encargaron de preparar la cena mientras Xuxú, Miren, Simón y Huesitos daban cuenta de una botella de vino y una lata de espárragos.

-Desde luego, no hay como tener un servicio de cátering. Gotzon y Mila, os nombro ahora mismo cocineros oficiales de la cuadrilla.

-Y, Vago Mayor. Desde que te hiciste socio aquí, no te he visto acercarte a la cocina más que para tocar las pelotas a los que estaban currando.

-En esta vida cada uno debe hacer lo que sabe. Yo soy el que mejor pone los gin tonics después de la cena, ¿o no?

-Mira, en eso tiene razón Huesitos. ¿Has mirado si hay limón?

-Mira el cura, nos ha salido caprichoso hasta para los gin tonics.

-Cada día tiene su afán y cada gin tonic su cortecita de limón... Los curas también tenemos paladar. Que una cosa es el celibato y otra el malvivir.

-Malvivir dice... Lo del celibato también me afecta a mí y no vivo tan bien como vosotros.

-Bueno, bueno, me río yo de tu celibato. Y de la hermana del farmacéutico, ¿qué me cuentas?

-Bueno, bueno. Aquello fue un flirt, pero no llegó a mayores.

-Porque no quisiste tú. Ella estaba deseando de echarte el gancho.

Gotzon apostilló desde la cocina:

-Y su hermano también estaba ilusionado por colocar aquella grulla.

La cena discurrió tranquila, entre bromas y afilados dardos que se lanzaban de un extremo al otro de la mesa. Sólo Mila y Miren parecían a salvo del hiriente sentido del humor que reinaba en el grupo de amigos. Todo terminó pasadas las once de la noche. -

(CONTINUARA)


 
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