La población y los comerciantes de la antigua Alemania Oriental, el pariente pobre del Mundial 2006 de fútbol, parecen sacar provecho del acontecimiento con el mismo entusiasmo que el oeste, como es el caso a Dresde.

Unicamente dos ciudades de la ex RDA, la región que reagrupaba cinco Estados de unos 17 millones de habitantes, recibieron una parte del «pastel»: Leipzig, situada a 150 km de Dresde, acoge cinco de 64 partidos, y Potsdam, cerca de Berlín, es el huésped de Ucrania, uno de 32 equipos del Mundial. El oeste de Alemania, con unos 65 millones de habitantes, se reparte el resto. «Evidentemente, nos habría gustado que se jugasen más partidos aquí, pero hay ya tantas actos en Dresde que los hoteles están completos», asegura el portavoz de la ciudad Kai Schulz.

En las calles de la capital de Sajonia, los signos visibles de la Copa del mundo, tales como banderas en las ventanas y otros símbolos futbolísticos, no son muy numerosos en comparación con otras ciudades como Berlín.

Pero «gozamos del efecto Copa del Mundo», asegura Daniel Hodl, que regenta una tienda de artículos de fútbol en la estación central de Dresde y afirma haber tenido clientes de México, de Ecuador y Trinidad y Tobago, tres países representados en el Mundial.

Sin pantalla gigante

En la avenida peatonal más próxima a la célebre iglesia de Notre-Dame, la Frauenkirche, un estudiante guatemalteco venido a Alemania para seguir de cerca el Mundial aprovecha su estancia para visitar Dresde. «He visto varios partidos en las pantalla gigantes de otras ciudades de Alemania», dice el estudiante, Rodrigo González.

Pero en Dresde no existe esa posiblidad. «No tenemos pantallas gigantes», subraya el portavoz de la ciudad, explicando que la instalación de tales infraestructuras difícilmente era posible debido a los trabajos de construcción alrededor de varias plazas de la ciudad, de unos 460.000 habitantes.

En realidad, cuentan varios vecinos, la ciudad se negó a instalar pantallas gigantes a causa del miedo a peleas y desbordamientos vinculados a la gran presencia de simpatizantes neonazis en esta antigua región comunista de Alemania.

Los aficionados al fútbol pueden, no obstante, ver los partidos en las grandes pantallas de cafeterías y restaurantes, en varias cervecerías a lo largo de Elbe y, sobre todo, en los atractivos pubs de la parte nueva de la ciudad, reconstruido después de haber sido destruida por los bombardeos aliados de la Segunda Guerra mundial.

«El sector de la hostelería ha aprovechado el pasotismo municipal para instalar pantallas y atraer así de la clientela. Nos permite aumentar el volumen de negocios durante el Mundial», observa el dirigente de la Cámara de comercio de Dresde, Volframio Schnelle.

«Cada partido da lugar a grandes fiestas y los turistas son más numerosos que otros años», comprueba Sascha Weckmüller, un joven de la ciudad que lleva la camiseta de Brasil. Durante los partidos, «el entusiasmo es tan fuerte como en otras ciudades del país y el ambiente se desmadra completamente cuando juega la selección alemana», juzga.

La lacra del paro

Además de Dresde, las ciudades orientales de Rostock y Magdeburgo eran candidatas para acoger partidos, pero sus estadios, con un aforo menor a las 40.000 plazas, no cumplían los criterios de la FIFA.

Estos municipios de la ex RDA, en los que el paro alcanza por término medio el 18 % de la población activa, el doble que en el oeste, intentan sacar provecho del Mundial. Una buena muestra de ello es la propuesta de Magdeburgo, que instaló una pantalla gigante en una plaza que puede acoger hasta 10.000 personas, y propone toda una serie de atracciones de ocio durante la competición, que se prolongará hasta el próximo 9 de julio. -

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