En mi pantalla mediana, la del ordenador, me llegan muchas incitaciones a realizar apuestas. Desde las porras de mis colegas, las que no sirven para tomarnos unos cuantos quintales de verdejo, hasta las de muchas empresas de apuestas por Internet. Se apuesta por todo. Vaya todavía no he localizado ninguna apuesta de bueyes o de bolos, pero no desespero. Lo que más se ve por la red son apuestas por, sobre, alrededor de los resultados del fútbol.

En Italia hay cuatro equipos con historial europeo que pueden bajar a segunda división si las pesquisas de la justicia pueden probar los aliños, apaños, asuntos turbios que se han producido para alterar resultados que inciden directamente en las apuestas, pero que también tienen que ver con otras fuentes de ingresos como es el lugar que ocupan en la tabla de clasificación, los ingresos por retransmisiones televisivas y así sucesivamente. Partidos de fútbol en donde existen consignas para que se produzca un resultado concreto. En el campo hay veintidós jugadores y cuatro árbitros, más cuerpos técnicos. ¿Todos están en el ajo?

La sospecha sobre la falta de limpieza en el fútbol viene de lejos. Y no estamos hablando ahora de incentivos químicos. Cada final de temporada se habla de maletines, encuentros en restaurantes de autovías, llamadas telefónicas a horas intempestivas. No se prueban estos asuntos. Por cierto, ¿se investigan? No parece que tenga muchas ganas nadie de que salga todo lo oscuro y viciado que se mueve en los despachos del mundo del fútbol y la televisión.

Apostemos. Por esas cosas del azar el martes los dos estados que nos cobran impuestos y no nos dejan tener selecciones se van a enfrentar en una cancha de fútbol. ¿Quién ganará? Yo para votar lo contrario que el excelentísimo juez con perrita digo que van a ganar los jugadores multirraciales bajo bandera francesa. La inmensa mayoría de los jugadores que escuchan la Marsellesa antes de empezar a patear el balón son de procedencia africana, y eso es algo que me provoca una rara solidaridad étnica. Es como si los jóvenes de los barrios marginados se vengaran. O si quieren me pongo melancólico: República contra Monarquía. Hace calor. -