Aunque hoy EEUU ocupa el papel hegemónico que en ese entonces desempeñaba Gran Bretaña, se mantiene la dicotomía dominación imperialista/dependencia: el desarrollo de los centros imperialistas condiciona el subdesarrollo de la inmensa mayoría de naciones sujetas a su explotación. Este es el caso de los países miembros del MNOAL que sufrieron el colonialismo primero y más tarde el neocolonialismo. Después de la derrota del nazifascismo se hizo moral y jurídicamente insostenible el colonialismo; no obstante, se resistiría a desaparecer y todavía persisten vestigios. Fue la lucha de los movimientos de liberación nacional la que condujo a la independencia de países como India e Indonesia. En varios casos exigió largas guerras de resistencia como las de los pueblos indochinos o los de las colonias portuguesas. Pero la obtención de la independencia casi nunca estuvo acompañada de la ruptura de los lazos de dominación imperialista. Del colonialismo se pasó al neocolonialismo. Mecanismos como la deuda externa, la dolarización de las relaciones económicas internacionales, la inversión extranjera no regulada, la asimetría tecnológica y el intercambio desigual han continuado postrando a los pueblos del sur en el retraso económico, educacional, sanitario y científico. Los mal llamados tratados de libre comercio sintetizan en nuestros días la perpetuación per secula de estos instrumentos de dominación.
Hablar de países «en vías de desarrollo» constituye un eufemismo, ya que no existe posibilidad de alcanzar el desarrollo sin quebrar la sujeción al orden imperialista. De allí deriva también la necesidad de cuestionar el concepto capitalista de desarrollo para reorientarlo a una dimensión racional, de solidaridad humana, respetuosa de la naturaleza y de la interculturalidad.
América Latina es un caso típico en que a casi 200 años de lograr la emancipación política formal, sus pueblos, sometidos aún al neocolonialismo, luchan por su segunda y definitiva independencia, como postuló en su momento la Segunda Declaración de La Habana. Venezuela y Bolivia son ejemplos de naciones que hoy transitan por ese camino, impulsadas por revoluciones populares.
Cuba es el primer país de nuestra región que consiguió liberarse de las cadenas neocoloniales. Su impronta significó un gran impulso a las luchas de liberación nacional y social en el llamado tercer mundo y junto a la revolución argelina, el proceso de descolonización en Africa y la victoria de Vietnam sobre la agresión yanqui insufló nuevos aires rebeldes al MNOAL.
El MNOAL buscaba desde la cita fundacional de Bandung, en 1955, que sus integrantes sortearan las presiones del enfrentamiento entre EEUU y la extinta URRS. Para ello reivindicó la defensa de la Carta de la ONU, así como los principios de soberanía nacional, autodeterminación de los pueblos, oposición a los bloques y bases militares extranjeras, lucha por la paz y solución pacífica de los conflictos y por un nuevo orden económico internacional justo y equitativo. Su influencia era creciente hasta la disparatada intervención soviética en Afganistán, una de las causas que precipitó el derrumbe de la URSS. Este, a su vez abrió las puertas a la unipolaridad estadounidense y al desarrollo de la ofensiva neoliberal.
La aplicación generalizada del llamado Consenso de Washington restó autonomía a los países del MNOAL y junto a la unipolaridad creó una enorme confusión ideológica en su seno que pareció condenarlo a la parálisis.
Sin embargo, las terribles consecuencias sociales del neoliberalismo y su rumbo guerrerista evidenciado en Afganistán, Irak, Palestina y Líbano han creado condiciones propicias a la agrupación para tomarse un segundo aire. Es así que en la cita de La Habana los anfitriones abogan por pasar de la retórica a la acción. Cuba, que presidirá el MNOAL durante tres años, además de insistir en encauzar los principios históricos del no alineamiento mediante pasos prácticos, propone dar un nuevo giro a la cooperación entre sus miembros impulsando programas de educación, salud y ahorro energético a partir de las valiosas experiencias de la isla. -
© “La Jornada”