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Gara > Idatzia > Kultura 2006-09-06
Geografías del recuerdo

La presentación del último disco de Kepa Junkera, “Hiri”, fue, como cabía esperar, un acontecimiento de masas. Y, hasta cierto punto, las expectativas creadas en torno a su último trabajo discográfico se cumplieron: “Hiri” resultó un entrañable viaje musical, de perfecto acabado melódico, por distintas ciudades del ancho mundo visitadas por el trikitilari en su calidad de concertista o pedagogo.

Multitud de invitados tocaron con Junkera en este festivo «macroconcierto» que sirvió para cerrar la XXII edición del Getxo Folk: hasta 27 músicos pasaron el pasado lunes por el escenario. Una muchedumbre de talentos que recoge los encuentros e influencias sobrevenidos a lo largo de los últimos años, sobre todo los del recién estrenado siglo.

Si en “Bilbao 00:00”, en el 2000, se iniciaba esa tendencia a contar con lujosas colaboraciones que suponen un auténtico vademécum de los notables de la Word Music, en “Maren” (2001), aun siguiendo esa línea de fecundas presencias invitadas, asistíamos a un retorno a motivos propios con creaciones inspiradas en el paisaje del Urdaibai. Posteriormente, el recopilatorio “K”, en el 2003 suponía el espaldarazo de la industria, el oportuno “Grammy” y la desacralización de un espacio escénico, el Arriaga, donde se grabó en directo, que no vivía una fiesta semejante desde los tiempos de Oskorri.

Ahora, el esperado “Hiri” viene a confirmar la espléndida madurez creativa de un músico que no cesa en su búsqueda de sonoridades complementarias a las ancestrales de la triki, la txalaparta o la alboka. Y cuyos frutos nos siguen pareciendo apetecibles.

Oímos temas en la presentación que, por su calidad y sorprendente acabado melódico pasarán a formar parte del repertorio habitual de Kepa Junkera: la dulce melancolía de “Buenos Aires”, la brillantez evocativa de “Reno”, la sutileza oriental de “Nagoya” (producto del perfecto entendimiento entre las percusiones del grupo Tactequeté y la txalaparta), el ritmo obsesivo de “Agadir” o la cálida nostalgia de “Rekalde” (emotivo homenaje a su barrio natal) serán nuevos hitos a transitar en los futuros periplos de Junkera.

Fue un ejercicio de alquimia musical que consiguió transmutar las geografías del recuerdo de un gran instrumentista en belleza sonora para el enriquecimiento de nuestra memoria colectiva. Un único pero: la difícil armonización en directo de tantísimos músicos invitados, por momentos abrumadora. Pero somos de Bilbao, ¿no? -

Arantza AMEZOLA


 
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