La memoria de los «niños de la guerra»
la union sovietica, inglaterra, el estado frances y belgica fueron algunos de losdestinos de los llamados «niños de la guerra». ayer 250 de ellos se reunieron enajuria enea. «A CADA UNO DE NOSOTROS NOS QUITARON LA niñez y la JUVENTUD» O »LA GUERRAnos hundio» fueron algunos de los testimonios quE CRUZABAN EN LoS CORRILLOS TRAS ELHOMENAJE DE Lakua. gara RECOPILO HISTORIAS DE ESAS VIDAS QUEBRADAS NADA MAS EMPEZAR.
«No pensábamos que sería para tanto tiempo»
GERARDO VIANA
FECHA DE NACIMIENTO: 1925 en
Ortuella FECHA DE EVACUACIÓN: Junio de 1937 DESTINO Rusia RESIDENCIA
ACTUAL: Gasteiz, desde 1991
El 12 de junio de 1937, Gerardo Viana se subió a bordo del Habana en el
puerto de Santurtzi. Junto a él iban centenares de niños, la mayoría vascos, tal
y como recuerda a GARA. De Santurtzi a Bur- deos. «Allí nos dividieron, unos se
quedaron en Francia y a otros nos llevaron a la Unión Soviética. De esta manera,
llegamos a Leningrado, y como íbamos más de mil niños nos repartieron en
diferentes ‘casas de niños huérfanos’», prosigue. 500 menores vascos fueron
trasladados a Obninsk.
Viana fue a parar a la «Casa de niños número 12» en Moscú, donde empezó a estudiar ballet en la escuela de coreografía. En 1941, a causa de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que ser evacuado. En 1943, terminada la contienda bélica, empezó a trabajar como maestro educador en «casas de niños huérfanos rusos». Viana desempeñó esta función durante 17 años, pero el ballet seguía siendo su gran pasión. En San Petersburgo culminó sus estudios universitarios de Director Artístico de Coros y Profesor Coreógrafo. «Fui invitado al Teatro Kirov, uno de los mejores del mundo, y monté el ballet ‘Las miniaturas españolas’», relata. Hacía ya muchos años que había dejado su Ortuella natal, pero ni entonces ni ahora ha olvidado aquella odisea a bordo del buque Habana. «Fue un viaje muy malo porque bombardeaban por todas partes. Además, cuando llegamos a Francia, a quienes íbamos para la Unión Soviética nos metieron en un edificio del puerto donde no había nada. Sin embargo, a los que se quedaban en Francia los curas les dieron chocolate... y a nosotros nada. Después, nos montaron en un barco mercantil chino, el Sontai. Todo el tiempo estuvimos con vómitos, malísimamente mal». La despedida en el puerto de Santurtzi también fue una experiencia dolorosa. «A mis hermanos no les dejaron ir conmigo porque decían que uno tenía un año más, el otro menos... Fui el único de Karrantza que subí al Habana», manifiesta Viana. En la actualidad, Gerardo Viana reside con su hija en Gasteiz. La Perestroika, los cambios políticos en la antigua Unión Soviética y el empeoramiento de las condiciones de vida en aquel país le llevaron a regresar a Euskal Herria definitivamente. Era 1991. No obstante, la primera vez que pisó territorio vasco desde su partida fue en 1957. «Regresé solo, dejé en Rusia a mi esposa e hija. Durante año y medio trabajé como profesor de ballet clásico en el Arriaga e impartí clases de Educación y Descanso». Luego, volvió a Rusia para reunirse con sus familiares, pero el infortunio hizo que el Gobierno soviético no le permitiera salir del país. Tuvo que esperar hasta 1975 cuando regresó de visita con su hija. En 1977 lo hizo con su hijo. Al año siguiente, quedó parapléjico a consecuencia de un grave accidente de tráfico. Aún así, montó el ballet “Gernika” en Riga. Preguntado sobre la decisión de evacuar a los niños, subraya que no había otra posibilidad. «No podíamos pensar. A los nueve días de irme cayó Bilbo en manos de los fascistas, aquello era tremendo. No pensábamos que sería para tanto tiempo, pero estábamos en guerra. Lo hemos pasado bastante mal, con mucha hambre y sacrificios», resalta. Pese a todo, expresa su agradecimiento al Gobierno soviético porque «me dieron dos carreras universitarias que aquí no las hubiera podido hacer». Aunque satisfecho con el homenaje recibido, destaca que «lo tenían que haber hecho antes y muchas veces porque lo merecíamos. Cada uno de nosotros somos una personalidad que hemos trabajado mucho, vivido fuera del país y que nos quitaron la niñez y la juventud», concluye.
«Al perder, debimos volver a Eibar con las orejas agachadas»
MARIA TERESA
ODRIOZOLA
LUGAR DE NACIMIENTO: Eibar DESTINO Estado
francés
María Teresa Odriozola se fue de Eibar a Santander.
«Estando paseando, mi padre vio un barco en el que había una cola tremenda. Al
señor que estaba apuntando los nombres le preguntó si su esposa e hija po- dían
ir. La situación estaba muy mal y lo único que quería era nuestro bienestar. Le
dijeron que sí y nos metimos en aquel barco», relata minutos antes de que
comenzara el acto oficial presidido por el lehendakari. Odriozola, que tenía
diez años, reconoce que fue «encantada», al vivir aquello como una especie de
aventura. «Nunca antes había subido a un barco. Aunque era un cancarrán, me parecía un trasatlántico. Llegamos a Burdeos. Cogimos un mercancías que a mí recordaba al tren de la Agatha Christie. Nos llevaron a un château donde estuvimos un año. Enseguida hablaba francés; mi ama solía decir: ‘Ene! Esta entiende todo’. Ella no entendía nada. Yo, la verdad, me lo pasé fenomenal», manifiesta. Pero llegó el momento en que las autoridades francesas les dieron a elegir entre «regresar a la zona nacional o la roja. Nosotros, como éramos rojos, nos fuimos a Barcelona y de ahí, a Valencia. Entonces finalizó la guerra y, al ser los perdedores, tuvimos que regresar a Eibar con las orejas agachadas», recuerda.
«He estado en Colombia, en Lima, en Alaska...»
VICENTE BUSTILLO
LUGAR DE NACIMIENTO:
Getxo DESTINO Montauban REGRESO: La entrada de los alemanes en París
obligó a Bustillo a huir junto a su madre y hermanas a Barcelona. Su padre había
fallecido en Matxitxako.
Sentado junto a María Teresa Odriozola, Vicente Bustillo, vecino de Getxo,
rememora su huída de Bilbo a Santander y su salto a Burdeos «en uno de los
tantos barcos» que zarparon del puerto santanderino. Tenía 12 años. En Burdeos,
les subieron en un tren con destino a Montauban, la capital del Departamento de
Tarn y Garona. «Ahí estuvimos algo más de tres años. Pasé el certificado
estudios franceses e hice un curso superior y otro complementario. Si no hubiera
estallado una segunda guerra, me hubiese quedado ahí», explica. Pero al entrar
los nazis en París, Bustillo y su familia tuvieron que huir nuevamente. Esta
vez, a Barcelona.
De su estancia en territorio francés destaca que guarda gratos recuerdos porque «conmigo se comportaron formidablemente». La vuelta fue diferente. «De lo poquito que lle- vábamos en la maleta, nos robaron la mitad en Figueras. ¡Fíjate qué entrada!», narra. «Tuve la suerte de empezar a jugar a pelota en Barcelona, estudié y así nos defendimos», añade. No podían regresar a Euskal Herria porque su padre había fallecido en la batalla de Matxitxako. Era maquinista del Bou Navarra. Su periplo no finalizó en Barcelona. Desde la capital catalana partió hacia América. Trabajó en compañías de barcos, vivió en Colombia, luego en Lima durante muchos años, en Alaska... y «he venido casi cuando me he jubilado». No duda en calificar de «desastre» todo lo ocurrido en la guerra del 36 y posteriormente. A las generaciones que no han vivido aquellos duros años les desea que «no conozcan una guerra» y pide que «no se repita. Ya no es la lucha de un país contra otro, sino la lucha entre vecinos».
«Empezamos a llorar, nos daba pena dejar a los abuelos...»
CASIMIRO BORDEGARAI
LUGAR DE NACIMIENTO:
Ortuella Tenía todo listo para embarcar pero, ante sus llantos, su abuela
decidió que se quedará en casa.
Casimiro Bordegarai tenía la maleta preparada para zarpar al exilio junto a
su hermana y varios niños más. Corría el año 1937 y tenía 12 años. «Pero mi
hermana o yo, ya no lo recuerdo, empezamos a llorar porque nos daba pena dejar a
los abuelos y...». La conversación se interrumpe porque no puede evitar
emocionarse al recordar aquel trance, aunque hayan pasado casi 70 años.
Finalmente, se quedó en Euskal Herria.
«Al terminar la guerra hubo mucha más hambre. A partir de 1940, sobre todo, lo pasamos muy mal. En cuanto pude, me puse a trabajar aunque no nos pagaban nada. La posguerra fue realmente dura, fue muy duro. Los nietos ni se lo pueden creer», resalta.
«Gernika, una de las mayores catástrofes de la historia»
MARIA TERESA CASANOVA
LUGAR DE NACIMIENTO:
Gernika DESTINO: Tras el bombardeo, fue evacuada a Bilbo y a Laredo. Con
5.000 niños, fue llevada al Estado francés
María Teresa Casanova conoció en primera persona el bombardeo de Gernika.
Tenía diez años cuando fue corriendo al refugio, instalado en el Ayuntamiento,
donde permaneció oculta hasta las nueve de la noche. Al salir, el panorama era
desolador, no había nada en pie. «Fue una de las mayores catástrofes de la
historia», denuncia. Como casi todos los habitantes de Gernika, se quedaron «sin
absolutamente nada». «El Gobierno Vasco organizó unos trenes que nos lle- varon
a Bilbo. Pero como éramos muchos, nos dividieron. A mí y mis tres hermanas nos
llevaron a Laredo, donde estuvimos unos meses», recuerda. Su padre tuvo que ir
al frente con los «nacionales», y «mi madre, enterrada en Gernika, había muerto
de pena». En un barco en el que iban 5.000 niños, fueron evacuadas al Estado
francés. «El viaje de cinco días fue malo; no es igual ir en un ferry o
trasatlántico que en un barco de carbón y con amenazas de bomba», recuerda.
Su padre consiguió localizarlas y, tras reclamarlas, regresó. Su primera etapa fue Lekeitio, luego Gasteiz... «La gue- rra fue terrible», concluye.
«Si viniera otra guerra, antes prefiero morirme»
MARIA LUISA GLARIA
LUGAR DE NACIMIENTO:
Ortuella Un caza le llenó la espalda de metralla cuando tan sólo tenía seis
años.
«Vivía en Ortuella. Vino la aviación y lo primero que hicieron fue tirar
nuestra casa y coger a todos mis hermanos». Antes de alcanzar el refugio, Glaria
se tropezó y cayó al suelo. «Un caza me ametralló toda la espalda. Aunque me la
sacaron, aún hoy tengo las marcas. Tenía unos seis años», rememora con amargura.
Tras el bombardeo, huyó con sus padres. «Teníamos que
dormir en cuevas porque a cada rato bombardeaban las casas», agrega. Su familia
quedó totalmente desmembrada.
De diez hermanos, cinco estaban en el frente. A dos los
mataron. A los más pequeños se los llevaron a Rusia y otras dos hermanas estaban
en el Estado francés. Tal y como relata en los jardines de Ajuria Enea, iba a
ser evacuada junto a sus dos hermanos.
«Ibamos a salir los tres desde Santurtzi. Llegó el
barco, se llenó y a mí no me dejaron entrar porque los ‘nacionales’ ya habían
roto el cinturón. Me quedé en tierra llorando con mi madre. Ella ya nunca más
vio a mis hermanos, mi padre pudo ver a uno de ellos».
Preguntada sobre cómo les fue a sus hermanos en Rusia,
afirma que «llevaron una buena vida. Pudieron estudiar, uno era ingeniero y el
otro jefe de un matadero. No lo pasaron mal». La vida en Euskal Herria fue
realmente difícil. «La guerra nos hundió. No sé ni cómo sobrevivimos. Si viniera
otra guerra, antes prefiero morirme», resume emocionada. -
«Vais a pasar a ser hombres y mujeres que verán la paz»
En su intervención, Juan José Ibarretxe felicitó a «los niños de la guerra» por el ejemplo que han dado y subrayó que «no se puede construir el futuro sobre el olvido del pasado y esto es lo que tratamos de hacer hoy». «En la sociedad vasca vivimos una oportunidad maravillosa para construir la paz de manera definitiva. Vosotros y yo lo vamos a ver, vais a pasar de ser ‘niños de la guerra’ a ser hombres y mujeres que veréis la paz en nuestro pueblo», aseguró el lehendakari. Subrayó también que «lo más importante que tiene una persona en esta vida es la dignidad de pedir perdón y también la de aceptarlo. Ese es un camino que vamos a tener que hacer». -
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