Acercándose ya el día internacional de la alimentación, adelanto un deseo con la optimista esperanza de que alguien de los poderes fácticos se vuelva loco o loca y lo tenga en cuenta. O mejor, alguien de la calle. Mi deseo no es más que vaya extendiéndose y profundizándose una reflexión acerca de la comida.

Tirando piedras a la honda charca de la alimentación, desearía que pensásemos en la posibilidad de que cada comunidad de vecinos tuviera acceso a una pequeña huerta cercana, no necesariamente para autosuministrarse todo vegetal, sino para entender y apreciar mejor qué supone cultivar y suministrar plantas alimentarias de forma que incorporen valores ambientales, nutricionales y culturales en términos de factores como horas dedicadas, riesgos meteorológicos y conocimiento.

La segunda piedra va hacia una zona oscura de la charca, pero el objetivo sería pensar en cómo limitar el poder de las industrias alimentarias. ¿Limitando el número de personas trabajadoras? ¿La cuantía de sus ventas? ¿Su porcentaje del mercado global? ¿La privatización de los recursos básicos para suministrar alimentos, incluyendo el conocimiento?

La tercera piedra la lleva una corriente de las aguas de la charca, reflejando la deriva que se observa en los valores de cada pueblo. ¿Todas las personas deberían saber cocinar? (O, mejor dicho, quizás, deberían saber «preparar comidas»). ¿A quién le interesa que sepamos o que no sepamos? ¿Quién debe enseñar estas prácticas y a quiénes? ¿Es sensato minimizar el tiempo que dedicamos a la alimentación cada día?

La cuarta piedra implica un debate acerca de la responsabilidad en la alimentación. ¿Debe una persona poder ponerse morada de comida basura (entiendo que el término «comida sana» implica no comer demasiado o equivocadamente alimentos sanos) y luego tener a su disposición un servicio público de salud que le solucione gratis sus problemas cardiacos, respiratorios, diabéticos, hormonales y demás?

Por último, tiro una piedra destinada a chocar con el muro de la tradición en la charca. A veces no son correctos los consejos de personas mayores acerca de la alimentación y sería interesante saber y poder discrepar cuando la sensatez y el conocimiento contradigan la costumbre y la edad en cuanto a la comida.

Si estas ideas parecen chocantes o utópicas, sólo añadiré que aquí no he puesto precisamente mis ideas chocantes y utópicas acerca a la alimentación del ser humano. -