La Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) han tomado esa decisión para frenar la presión de los medios que habían destapado este nuevo escándalo en torno a los secuestros de residentes alemanes a manos de la CIA.Las revelaciones se deben a la revista Stern, que entrevistó a Murat Kurnaz, quien en agosto pasado salió del campo de Guantánamo. El turco, que hace 24 años nacio en Bremen (Alemania), cayó a finales de 2001 en manos del servicio de espionaje estadounidense cuando se hallaba en Pakistán.
Murat se había trasladado a ese país para estudiar el islam, una religión que en Alemania le había evitado tomar el rumbo en el que muchos jóvenes inmigrantes como él han caido: drogas, alcohol, delincuencia... Antes de casarse con su prometida Murat, que a pesar de haber nacido en Alemania no poseía la ciudadanía de ese país, decidió tomar un cursillo rápido para profundizar sus conocimientos del islam.
El viaje de estudios, que iba a durar dos meses, se convirtió en una pesadilla de cinco años. Según parece, algún paquistaní le «vendió» a la CIA que pagó 3.000 dólares por Murat, al que la prensa amarilla bautizó como «el talibán de Bremen». «Cuando fui a Paquistán no sabía que era un talibán», reconoce Kurnaz. Según sus revelaciones, la CIA lo mantuvo en una cárcel secreta en Kandahar. En esta base al sur de Afganistán fue interrogado y maltratado supuestamente por miembros de los comandos alemanes KSK. El Ministerio de Defensa desmiente tajantemente la versión de Kurnaz, mientras que el Stern ofrece el testimonio de un alto oficial del KSK que la confirma.
En 2002 el secuestrado fue deportado a Guantánamo. En el Camp Delta le interrogaron dos agentes del servicio secreto exterior (BND) y otro del servicio secreto interior (BfV). Los tres llegaron a la conclusión de que Kurnaz no tenía nada que ver con Al Qaeda. Aunque éste les narró las torturas sufridas en las bases estadounidenses, los tres funcionarios informaron a sus superiores de que el trato era «correcto» y que el clima de trabajo era «excelente». Las autoridades estadounidenses ofrecían la puesta en libertad del joven, quien, para salir de ese infierno, se había ofrecido a colaborar como confidente en el denominado «ambito islamista». Aunque esta perspectiva gustó a los agentes alemanes y de la CIA, el Gobierno del entonces canciller Gerhard Schröder (SPD) no sólo no hizo nada por liberar a una persona inocente sino que incluso decidió hacer todo lo posible para que Kurnaz no volviese a pisar territorio alemán.
Mientras tanto, la víctima insiste en que un funcionario del BfV le volvió a interrogar en primavera de 2004, un hecho que el agente en cuestión niega.
En la actualidad existe otra comisión de investigación que intenta esclarecer el secuestro de ciudadanos alemanes por la CIA y su posible colaboración con los servicios alemanes en estos delitos. El bipartito de Merkel ha evitado, por ahora, que esta comisión escuche a Murat Kurnaz. -
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