Además de en campaña electoral, Caracas está inmerso en las «navidades criollas», que se inician prematuramente en los primeros días de noviembre. Su rasgo más característico es el consumo masivo de productos y servicios, gracias principalmente a los buenos resultados económicos de los últimos tres años y a los jugosos aguinaldos que miles de trabajadores del Estado ya están cobrando con anticipación. Por ello, resulta paradójico que todavía una fracción notable de los estratos medios («clase» media), siga maldiciendo al Gobierno, cuando sin duda está beneficiándose también, al igual que la clase trabajadora, de diversas medidas de la política económica gubernamental (reducción paulatina de las tasas de interés, facilidades de crédito, etc.) que les ha permitido, por ejemplo, aumentar su capacidad de consumo. El récord de los últimos dos años en compra de automóviles es bastante significativo.
La única explicación plausible de esta postura antigubernamental nos la puede ofrecer un análisis combinado de dos factores: por un lado, la militancia «ideológica» hacia los parámetros de convivencia de la Cuarta República puntofijista y a sus partidos en vías de extinción, que tiene más de subjetivismo irracional y anhelo del pasado que de reflexión objetiva de la realidad presente; por otro lado, la «disociación psicótica» que sigue padeciendo una parte de esa «clase» media, producto de la política informativa en clave de «guerra psicológica» y manipulación sistemática que vienen desarrollando en los últimos años los grandes medios de comunicación privados.
Sin embargo, también es cierto que, progresivamente, va aumentando el porcentaje de ciudadanos de los estratos medios que, aunque no se adhieran a las líneas gubernamentales, sí se van alejando de los postulados de la oposición de derecha, lo cual se refleja en la baja intención de voto que anuncia la mayoría de las encuestas.
A pesar de que se ha postulado más de una veintena de candidatos, la contienda electoral se presenta como un combate entre Hugo Chávez y Manuel Rosales. El primero, actual presidente de la República, con su propuesta de “Socialismo del Siglo XXI”, tiene el apoyo de la gran mayoría de las clases subalternas. El segundo, candidato de las clases dominantes y bendecido por la Casa Blanca, aspira a retomar las políticas económicas neoliberales del pasado y a recuperar la confianza de Washington.
Si nos atenemos a los datos de las encuestas serias, la diferencia entre los dos candidatos fluctúa entre un 20 y un 35% de intención de voto favorable a Chávez. El presidente obtiene un porcentaje de sufragios que oscila entre el 50 y el 60%. Manuel Rosales apenas logra acercarse al 30% en las encuestas más optimistas, y queda por debajo del 20% en otros estudios electorales.
Observados estos datos, parece más que evidente que el resultado electoral traerá la reelección de Chávez y el desplome electoral de la derecha. Esto es asumido por todos los actores políticos, aunque la oposición, que en privado lo acepta, públicamente no lo reconozca. Esta realidad es la que va a determinar la estrategia política de la oposición de cara a las elecciones. Una estrategia que todavía hoy es más oscura que nítida, aunque los diversos analistas la suelen resumir en tres alternativas. La primera, más posible hace unos meses, pero más improbable según se acerca la fecha de los comicios, es repetir el boicot electoral que ya se ensayó en las elecciones parlamentarias de diciembre del año pasado, cuando, a menos de una semana para la votación, la oposición en bloque se retiró de la contienda. El objetivo, de nuevo, sería intentar deslegitimar el proceso electoral y por ende el sistema político, argumentando que es antidemocrático que sólo se presente un candidato a presidente.
No obstante, el fracaso de esta vía, al no conseguir el apoyo de eso que algunos llaman la «comunidad internacional», hace poco factible que se vuelva a implementar esta opción. La segunda alternativa sería generar ingobernabilidad días antes del 3 de diciembre, por medio de la «guarimba», o vía violenta, provocando incidentes e incluso muertos con el claro objetivo de acusar al Gobierno de lo sucedido, como ya se hizo con las muertes durante el golpe de abril de 2002. La presencia de paramilitares colombianos infiltrados en diversos barrios de Caracas nos alerta de que esta posibilidad no es tan descabellada.
La tercera alternativa, quizás la más viable, ha sido bautizada como la estrategia del «fraude electoral». Vista la línea informativa de los medios de comunicación privados, parece muy posible que el mismo día 3 de diciembre, antes de que el CNE (Consejo Nacional Electoral) anuncie los primeros datos oficiales, algunas cadenas de televisión privadas se adelanten afirmando categóricamente que Chávez perdió las elecciones, para luego, después de que el citado CNE ofrezca su primer recuento dando una clara ventaja al actual presidente, asegurar que se ha producido «fraude», y así justificar actos violentos y hacer creer a una parte del electorado de oposición el mito de que son mayoría, al igual que lo hicieron en el referéndum de 2004.
La ocultación sistemática de las encuestas rigurosas y el uso de falsas investigaciones que aseguran que Rosales va por delante está siendo la política informativa de una gran parte de los medios privados. Por ello, no resulta extraño que la oposición opte finalmente por esta vía, quizás la más efectiva para mantener cohesionados a sus seguidores más fieles.
Mientras tanto, en las calles de Caracas, en las paredes de las urbanizaciones más pudientes de la ciudad se observan pintadas con el eslogan electoral de la oposición: “Atrévete con Manuel Rosales”. Un «atrévete» que puede tener multitud de significados, y que para muchos ciudadanos recuerda a épocas pasadas, cuando se «atrevieron» a dar un golpe de Estado, o cuando de «atrevieron» a paralizar el país mediante el paro patronal y el sabotaje a la industria petrolera. No olvidemos que Rosales fue uno de los firmantes del «decreto Carmona», que oficializaba el golpe fascista de abril de 2002. Por ello, no es extraño que en las calles de los barrios de los sectores populares y en muchos de los cerros que rodean la ciudad se esté haciendo célebre un nuevo eslogan: “Si se atreven, se arrepentirán”. -
(*) Luismi Uharte es miembro de Askapena y profesor «ad honorem» de la Universidad Central de Venezuela