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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-11-20
El mejillón cebra pone al descubierto el problema de las especies invasivas
El primer lugar de la península ibérica donde se detectó la presencia del sargazo japonés fue en Getaria en el año 1985. Y como esta planta acuática, otras muchas más invaden ríos, costas y laderas. Un ejemplo de un peligro, el de las especies invasoras, que daña ecosistemas a lo largo y ancho de todo el planeta.

La isla de Morea, en la Polinesia, albergaba un ecosistema único de variedades de caracoles terrestres del género Partula. Pero en 1967 fueron introducidos ejemplares del caracol gigante africano Achatina por su valor gastronómico. Lo que sucedió poco después es que estos últimos se convirtieron en una plaga que, no sólo arrinconó a la especie autóctona, sino que devoraba numerosos cultivos. El Gobierno francés, desde la metrópoli, decidió en 1977 introducir en la isla otra especie de caracol, carnívora, procedente de Florida, el Euglandina, para que acabara con el africano. Sucedió que como el autóctono era más fácil de devorar, la medida ideada acabó con los moluscos locales en zoos y reservas y las otras dos especies alóctonas camparon a sus anchas.

Este ejemplo no es el único y evidencia cómo en la lucha contra las plagas y las especies invasoras, la ‘cataplasma‘ puesta por la mano del ser humano ha sido muchas veces peor que la enfermedad. Les ocurrió en el siglo XIX a los australianos cuando introdujeron el conejo europeo para fomentar la actividad cinegética y hoy es una de las principales plagas del país. Les sucedió a quienes en 1954 echaron percas del Nilo en el lago Victoria para repoblar la sobreexplotada pesquería local y desde entonces ha acabado con doscientas especies autóctonas. Y los ejemplos no cesan.

Se estima que casi la mitad de las especies animales y vegetales del planeta en peligro de extinción han llegado a esa lista roja a consecuencia de especies invasoras que llegaron a sus hábitats, unas veces de manera voluntaria, como los ejemplos anteriores, y otras sin quererlo.

Desde hace siglos, los barcos y buques han estado transportando miles de especies por todos los océanos del planeta. Estos organismos se adhieren a las superficies sumergidas de estos barcos, siendo uno de los principales vectores el agua de lastre. Cada día, se estima que entre 5.000 y 7.000 especies se encuentran en movimiento alrededor de todo el mundo a bordo de decenas de miles de barcos.

En la Bahía de San Francisco se ha constatado que existen más de 200 especies de invasores marinos. Desde principios del siglo XX, el número de especies introducidas en el Mediterráneo se ha duplicado cada 20 años y en la actualidad existen unas 450 especies exóticas. Por ejemplo, las medusas típicas del Océano Indico que invaden hoy el Mediterráneo llegaron hasta él a través del Canal de Suez.

La vía marítima es el principal billete para el transporte de estas especies, casi siempre dañinas para el ecosistema invadido. Porque no sólo traslada especies acuáticas, sino también semillas. «En nuestros puertos se está detectando un mayor número de plagas, está cambiando la tecnología de las embarcaciones y de los envíos y nuestros bosques son tal vez más vulnerables al establecimiento y propagación de organismos extraños invasores dañinos», reconoce la FAO. El hecho es que la mayor presencia de plagas forestales extranjeras se debe principalmente a la utilización de contenedores en el transporte de mercancías. Pero el volumen de comercio es tan ingente que la mayoría de los países sólo pueden inspeccionar el uno o el dos por ciento.

Estamos ante un grave problema al alza, al que ya entidades internacionales como la FAO han comenzado a prestar la debida atención, pero cuya resolución se antoja difícil. En Euskal Herria lo acabamos de ver con el prolífico mejillón cebra, que lleva camino de surcar cada río de nuestro país después de que no se le prestara la atención suficiente cuando sus primeros ejemplares se dejaron ver. Pero no es el único caso. El visón y el cangrejo americano son viejos conocidos de los ecologistas y las administraciones. En el año 2001, por ejemplo, Gasteiz acogió unas jornadas sobre mamíferos, con el visón como tema de debate. La Diputación alavesa dio cuenta de que sólo en un mes había eliminado 11 ejemplares de la especie americana que está acabando con la europea.

En fechas más recientes hemos tenido el caso de la paralización de la costera de algas durante setiembre y octubre en el puerto de Donostia, debido a una especie tropical, originaria de Perú, y que ya fue detectada hace tres años en aguas de Bizkaia. Su presencia va en aumento y se sospecha que pudo se arrastrada por las corrientes oceánicas, aunque también por el lastre de agua de algún buque. Los biólogos han constatado alteraciones significativas en otras comunidades naturales de algas.

El grupo ecologista Eguzki reconocía así el peligro: «La necesidad de proteger nuestra biodiversidad de los ataques colonizadores es indiscutible». Y citaba casos como el del cangrejo americano o el mejillón cebra, pero también los del coipú en Plaiaundi. En estas marismas también existe flora invasora y entre las más más problemáticas están el carrizo de la pampa (Sudamérica), Baccharis halimifolia (USA) y Buddleja davidii (China).

En junio de 2004, estudiantes del Instituto de Secundaria Bidebieta de Donostia, organizaron una exposición titulada ‘‘Especies exóticas: ¿turistas o invasoras?’’, donde reunieron ejemplares distintos de animales y vegetales recogidos, muchas de ellos, en el entorno próximo. Eran los siguientes: alga asesina ­se escapó del Aquarium de Mónaco en 1984 invadiendo el Mediterráneo­, sargazo japonés, peste de agua, falopia japonesa, hierba de la pampa, caracol gigante africano, mejillón cebra, cangrejo rojo, siluro, gambusia, tortuga de Florida y coipú. Algunos de ellos están entre las cien más dañinos del planeta.

La gambusia, uno de los citados, es un pececillo originario de Norteamérica y otro de nuestros «invasores». Durante la II Guerra Mundial, fue introducido por los alemanes en Hendaia para exterminar los mosquitos transmisores de paludismo. De allí se extendió a Irun y Hondarribia.

No podemos olvidar otras especies como el lucio en los pantanos alaveses, introducida en abril de 1949 en el Estado español, que poco a poco se fueron propagando por la península desde el río Tajo. La normativa alavesa de pesca en los pantanos de este territorio especifica que «lucios, black-basses y demás peces alóctonos no salmónidos que se pesquen, tanto en estas zonas como en cualquier otro lugar, deberán ser sacrificados inmediatamente después de su captura, en el mismo lugar donde fueron pescados».

La lista es extensa. El Grupo Especialista de Invasiones Biológicas (GEIB) acaba de publicar un estudio, financiado por la Caixa, con las veinte especies invasoras más dañinas en el Estado español. Cómo no, destaca sobre todas el mejillón cebra, pero también resaltan el daño causado por la tortuga americana de orejas rojas, el cangrejo americano, el coipú.

En el “El Origen de las Especies”, Darwin escribió que es muy difícil que un organismo prospere al ser trasladado a un hábitat nuevo. Si 147 años después levantara la cabeza... -

GASTEIZ


 
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