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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-11-20
Alimentacion ecologica
Vivir de los recursos silvestres
A pesar de sus 78 años, mantiene una envidiable agilidad física y mental. Sube y baja las escaleras del Baluarte de Iruñea con la soltura de un joven y escudriña todo con susojos y sus manos. Es Maurice Chaudière, el hombre que vive de los recursos silvestres.

Su abuela era de Valencia, pero nació en Argelia cuando este país estaba ocupado por los franceses. Allí aprendió muchas cosas de las comunidades indígenas, como trabajar el barro y cuidar de las abejas, que son sus dos grandes pasiones. Cuando era pequeño, su abuela ya le enseñaba a recoger plantas. Ella conocía cuáles eran comestibles y luego preparaba lo que en Valencia llaman una coca, que es una especie de pizza o empanada de plantas. También hacían sopas y guisos con plantas silvestres.

Desde muy pequeño, Maurice Chaudière desarrolló su capacidad de observación, de maravillarse con la naturaleza, y esto lo ha empleado también en su faceta de artista. Es poeta y escultor, y cuando elabora sus piezas, generalmente en arcilla, se inspira en la naturaleza. Puede ser el abdomen de una abeja reina, una fruta como el caqui o cualquier forma que él observa en su entorno natural. A lo largo de su vida, y gracias a los conocimientos adquiridos en sus numerosos viajes como observador, este hombre activo y menudo ha desarrollado toda una forma de ecología.

Rosa Barasoain y su compañero Fernando López, editores de la revista “La Fertilidad de la Tierra”, le conocieron hace seis años en la Feria Biocultural de Barcelona. Maurice Chaudière acababa de publicar entonces un librito sobre apicultura y otro sobre injertos en árboles frutales. Para entonces ya vivía en el Estado francés, en una comarca próxima a Marsella, y había creado allí un bosque frutal. Aprovechando los árboles silvestres que crecen en aquella zona, como el lentisco, el cerezo de Santa Lucía y otros, Maurice injertaba frutales. Los paseantes no salían de su asombro cuando descubrían de repente, en pleno campo, unas ramas de pistachos, unas cerezas o unas peras que brotaban de árboles silvestres de otras especies. Con el tiempo, fue comprobando que los frutos de estos árboles eran mucho más sanos que los que se pueden comprar en un vivero normal.

Gracias a sus frecuentes viajes, este inquieto ecologista fue ampliando su huerto y rodeándose de plantas que le gustaban. Se traía rosales de un sitio, frutales de otro, creando así un entorno más atractivo. El comentaba que lo hacía «para preparar su jubilación».

Fue en aquel encuentro de Barcelona en el año 2000 cuando los editores de “La Fertilidad de la Tierra” le pidieron un artículo para la revista. El dijo que sí, pero que le gustaría hacer un libro. Al final, lo ha conseguido. Se titula “Aprovechar los recursos silvestres. Del bosque frutal a la ecología en la mesa”, y en él Maurice Chaudière ha recogido sus amplios conocimientos de plantas comestibles, de injertos y de apicultura alternativa, que contempla el cuidado de las abejas.

El propio Chaudière construye unas colmenas de barro diseñadas por él mismo y propone aprovechar el Sol para cocinar. De hecho, también fabrica unos curiosos hornos solares de barro que parecen conchas gigantes, cubiertas por un cristal, y hace allí sus mermeladas, bicochos, arroz... Esa es su manera particular de entender el disfrute del entorno y de los recursos naturales.

Durante su reciente estancia en la Feria de Alimentación Ecológica celebrada en el Baluarte de Iruñea, el propio Maurice Chaudière explicó a GARA su filosofía de vida, que contempla la naturaleza en su conjunto como un recurso, y el Sol como el principal de ellos.

Profundamente descontento con el actual despilfarro de los recursos naturales, aboga por «observar y respetar mejor la naturaleza, que es la que permite alimentar a la humanidad».

«Aprovechar sin dañar»

«En la actualidad, nuestra tecnocultura hipoteca a la naturaleza y es una fuente de contaminación y de polución, pero si somos capaces de aprovechar la naturaleza sin dañarla, es una fuente de recursos inagotable. Cada vez más personas se están dando cuenta de los riesgos de este ‘progreso’, y buscan tener una mayor autonomía. Yo creo que para lograr esta autonomía ­remarca­ es muy importante integrar un conocimiento de la naturaleza».

Tras años y años de observación, ha comprobado que la planta silvestre tiene muchos más principios activos que la misma planta cultivada. «Esto lo vemos en la achicoria silvestre ­pone como ejemplo­. Es más verde y parece más dura, pero tiene muchas más propiedades que la achicoria cultivada, que es más blanca».

Este observador naturalista muestra su satisfacción por el hecho de que en la Feria de Alimentación Ecológica de Iruñea participen personas y marcas que ofrecen esencias de plantas silvestres, y no sólo cultivadas, como suele ser habitual.

Para encontrar plantas silvestres, propone hacerlo lejos de los cultivos productivistas, pero matiza que «la naturaleza es muy fuerte, muy pujante», y que él ha estado recogiendo plantas silvestres incluso en pleno centro de París.

Por otro lado, Maurice Chaudière sostiene la teoría de que «cuando se pasa de animal a hombre es cuando aparece la cultura, y a partir de ese momento es cuando en cierta manera se va degradando la naturaleza».

«Es una idea que no le gusta a todo el mundo, pero yo lo constato así. La hipertrofia del tecnicismo y el productivismo ­explica este polifacético autor­ impulsa a muchos agricultores a utilizar herbicidas y plaguicidas para obtener más productividad. Ese rendimiento está en función de la utilización de todos esos venenos, con los que se destruye la virginidad de la naturaleza».

La belleza de la naturaleza

Profesor de Arte en diversos institutos franceses y autor de varios libros de poesía, Maurice Chaudière es también un diseñador artístico, y de hecho imprime su sello personal a todo lo que hace. «El hombre primitivo ya estaba convencido de la inteligencia de la naturaleza, y utilizó su propia inteligencia para observar y entender la complejidad que le rodeaba. El ser humano siente la necesidad de mostrar su emoción ante la belleza de la naturaleza, y una de las maneras de mostrar esa emoción ­apunta­ es la creación artística».

El propio Chaudière confiesa que cuando ve «la belleza de un fruto o de un rostro siente la necesidad de hacer algo así», es decir, de modelar o pintar lo que él llama «simulacros». «Desde la prehistoria, estamos haciendo simulacros de la naturaleza. Platón ya decía que no había que quedarse en preferir los simulacros a la naturaleza, que es lo original. Sin embargo, la sociedad productivista de hoy parece que prefiere los simulacros a la naturaleza», lamenta.

Y lo explica con un ejemplo: «Cuando la gente va a comprar huevos, compra el simulacro de un huevo, porque como son gallinas que están encerradas en una granja y no comen plantas ni insectos, no tiene la misma calidad que tiene un huevo natural. Este es un buen ejemplo de un proceso inflacionista. De otra manera, la gallina pondría tres huevos y se pondría a incubar. En cambio, ahora una gallina puede hacer 200 huevos en un año, pero esos huevos no pueden tener la calidad de un solo huevo silvestre».

¿Este tipo de alimentación está en el origen de muchas enfermedades?, le preguntamos. «Sí ­responde sin titubear­, porque tenemos grandes carencias. Cuando tomamos esos alimentos, tienen tantas carencias de vitaminas y minerales que al final enfermamos».

En su vida han sido y siguen siendo muy importantes las abejas, y desgrana los motivos de esta pasión: «Una sola colmena prospecciona 30 hectáreas de terreno y recoge la biodiversidad de esa superficie en el néctar y en el polen. El hombre parasita en cierta manera a la abeja, porque se aprovecha de esa prospección que han hecho ellas. Si esto lo hace, por ejemplo, en un campo que está lleno de girasoles, van a hacer miel y polen rápidamente, pero luego esas abejas se van a morir, porque les falta la biodiversidad y no pueden sobrevivir con sólo una planta». Por ello, plantea que «lo ideal es vivir cerca de las abejas en un entorno donde haya mucha biodiversidad».

Maurice Chaudière se muestra convencido de que gracias a las abejas, el ser humano «puede aprovecharse de esa biodiversidad y recuperar su equilibrio». Para él, «este equilibrio entre el ecotipo y el ecosistema es lo que se conoce por salud», y define el ecotipo como «el ser, animal o persona, que está durante siglos en un lugar y se ha adaptado a ese medio, y no tiene necesidad de la intervención cultural para existir».

Una de sus preocupaciones es el cambio climático, y le preguntamos si ha observado este fenómeno en las abejas. Su respuesta es de lo más significativa: «Hace muchos años que no cojo miel, porque en el verano la sequía es tan grande que muchas plantas no florecen por exceso de calor. Hay apicultores que han perdido hasta el 80% de sus abejas, y yo creo que puede ser debido a este cambio climático. También he visto árboles resistentes, como los robles, que se han secado, debido al excesivo calor».

En su libro aborda esta y otras muchas cuestiones, tratadas todas ellas desde el máximo respeto a la naturaleza. -


 
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