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Gara > Idatzia > Kultura 2006-11-20
Jorge BUCAY | Premio Ciudad de Torrevieja
«La falta de compromiso hace que las cosas vayan por donde uno no quiere que discurran»
Jorge Bucay ha vuelto a pasear por las calles de Bilbo dos años después de una visita que le resultó «inolvidable». Y es que no es habitual que un autor congregue a tantísima gente que lleve a reubicar una conferencia en el interior de una iglesia. Ocurrió en Indautxu. A escasos metros de El Carmen, Bucay recibió a GARA para charlar sobre «El candidato».

Jorge Bucay ha dado el salto al género de la novela con ‘‘El candidato’’ (Plaza &Janés), cuya escritura le ha llevado tres años. El esfuerzo bien ha merecido la pena, ya que el argentino ha sido recompensado con el V PremioCiudad de Torrevieja, al que se presentó bajo el seudónimo de Julio Castrillo. ‘‘El candidato’’ se desarrolla en la República de Santamora, gobernada por un dictador que decide abandonar su cargo. El anuncio de elecciones viene acompañado por un clima de violencia. El protagonismo lo comparten varios personajes.

­¿Santamora, el generalCuevas y el resto de personajes de «El candidato» son realmente ficticios?

Sí, son absolutamente ficticios. Ahora bien, yo soy médico siquiatra y sé que nadie escribe sobre algo que le es totalmente ajeno. Aunque yo escriba sobre un planeta imaginario con hombrecitos verdes con antenas, estoy hablando de mí y de gente que conozco. No se puede escribir sobre lo que uno nunca vivió, nunca escuchó o nunca supo. Yo nací en Argentina y cualquier latinoamericano que lea la novela va a reconocer algunas situaciones; también cualquiera que haya vivido y sentido lo que es una dictadura va a sentirse irremediablemente identificado. Mis personajes son personajes que yo he visto a lo largo y ancho de Latinoamérica pero no son de ningún lugar específico.

­Introduce cada bloque del libro con una cita tomada de «El Príncipe», de Maquiavelo. ¿Fue su objetivo invitar a la reflexión sobre esta obra?

No. Con esta novela he querido dar espacio a una trama que me surgió mientras leía “Yo, el Supremo”, de Roa Bastos. Me pregunté qué pasaría si un dictador decidiera llamar a elecciones de un día para otro. Pensé en una novela en la que los personajes contaran lo que les pasaba, más que en contar una trama política de suspense. Ocurrió que, a medida que la fui escribiendo, la trama fue tomando presencia y se volvió este “El candidato”.Personalmente, a mí me gustaría que los latinoamericanos que lean la novela tomasen mayor conciencia de algunas de las cosas que nos pasan y que fuera de Latinoamérica la gente se diera cuenta de lo que pasa en una dictadura, también que ser manipulado por los turbios intereses de la corrupción no es parte de la estupidez que tenemos, sino parte de algo que, si uno no está alerta, termina siendo inevitable.

­¿«El candidato» recoge su visión sobre la política?

Mi interés fue hablar sobre qué pasa cuando uno lucha por el poder, qué ocurre cuando uno se descuida y deja las gallinas en manos de los zorros, qué pasa cuando uno pierde protagonismo y deja que su vida la protagonicen otros. Este libro viene a decir que todos somos responsables también de quiénes nos gobiernan. En este libro hay mucha corrupción política y muchos políticos honestos que terminan pagando con su vida la defensa del país en el que viven. Hay un guiño entre lo que le pasa al país y lo que le pasa a Agustín Montillano, que es el más común de los personajes de esta novela: termina teniendo conciencia de que, si quiere vivir en el país que le gustaría, tendrá que comprometerse. En su vida de pareja le ocurre lo mismo: la falta de compromiso hace que las cosas vayan por lugares por los que uno no quiere que vayan.

­Si se encontrara en una situación como la que vive Agustín Montillano, ¿se involucraría en política?

Uno siempre hace política, con cualquier cosa que hace uno hace política, lo que no significa que se dedique a la política.En muchos países ­casi es un fenómeno mundial­, la política se ha vuelto una profesión, un oficio, no es ya aquella vocación de servicio. Hoy la política es mucho de ciencia, de especulación, mucho de manejo de medios, mucho de los intereses de muchos al servicio de otros. Yo creo que no haría política.

­Comparten el protagonismo con los políticos dos médicos y dos periodistas.

Los personajes que aparecen son los indispensable para mantener la trama que se plantea. Cuando uno lee aquello de que los personajes se adueñan de la trama y el escritor se limita a trascribir lo que aquellos le dictan, no se lo cree. Ahora puedo decir que a mí me ha pasado. Escribir una novela es un desafío y es muy difícil, mucho más de lo que pensaba. A la vez, es enormemente fascinante.

­Ha asegurado que sus libros sirven como herramienta terapéutica. ¿También esta primera novela?

No creo que tanto. El lector que me haya leído con anterioridad sabrá que algunas frases que aparecen en “El candidato” pertenecen al autor, aunque las diga el personaje. Cuando Agustín Montillano dice «no quiero que alguien más poderoso que yo crea que puede decidir sobre mi vida, las decisiones las tengo que tomar yo», habla sobre lo que significa darse cuenta de la necesidad de comprometerse con la vida propia, que es en realidad el objetivo del personaje. “El candidato” no es un libro escrito con el fin de que la gente cambie cuando lo lea, como los otros libros. Aquellos son de divulgación sicológica y, por lo tanto, la expectativa mía como autor era que algo le pasara a quien la leyera. Hoy, lo que quiero con esta novela es que el lector se divierta, que disfrute, que le obligue a pensar en la realidad de su país y en la de otros países.

­Tras toda aquella polémica en la que llegó a acusársele de haber plagiado una obra de Mónica Cavallé, ¿ha asumido este libro como un reto para demos- trar su capacidad creativa?

No había ningún reto porque no hubo nada de lo que se dijo. Hubo un error mío, que fue creer que citar a alguien en la bibliografía podía ser suficiente. No era así. He aprendido que si tú citas a alguien debes poner su nombre en el lugar en el que está la cita y no en la bibliografía. La profesora Caballé tenía razón, me disculpé con ella y ella aceptó las disculpas, y ya está en la calle la nueva edición de “Shimriti” con ese error corregido. No existió plagio, hubo lo que los abogados llaman «uso indebido de texto». Lo que ocurrió fue que el hecho de publicar que Jorge Bucay había plagiado se convirtió para algunos en una noticia tentadora. Lo puedo entender. Lo que no puedo entender es que alguien diga que yo admití haber copiado páginas enteras, porque ni copié ni admití tal cosa.

­Su primera novela le ha dado motivos para sentirse satisfecho. ¿Tiene en mente una segunda?

Cuando me concedieron el Premio Ciudad de Torrevieja, un amigo me dijo: «Durante veinte años dijiste que no eras escritor y ahora has ganado el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja. ¿Cómo vas a seguir diciendo que no eres escritor?». Le contesté y mantengo que por ahora diré que soy medio escritor. Si en los próximos tres años se me ocurre una idea que me fascine tanto como la de “El candidato”, si puedo hacer de ella una novela con la que disfrute tanto, aunque nadie la premie ni la publique, prometo que voy a decir que soy escritor. De momento, alcanzo con medio escritor. -


 
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