Wagner glosó en esta ópera el tema de un ser, Tannhaüser, que se debate entre la licenciosa Venus y la inmaculada Isabel. Optará por ésta.
Es verdad que el magistral planteamiento escénico del consagrado Kupfer (realizado en Bilbo por Mittmann) es monumental y novedoso (paredes y artilugios móviles) y también que la orquesta de Szeged, comandada por Neu- hold, consigue hilar músicas hondas con líricas en un continuo enhebrado musical de calado.
Es también verdad que el Coro de Opera de Bilbao, habitual en este escenario y preparado concienzudamente por el maestro Dujin, expuso con entidad coros sugestivos de voces blancas y graves y hermosos toques timbrados de voces mixtas de pueblo concurrente al duelo de trovadores.
Pero el sostenido fiato y fraseo colorido de la soprano alemana Angela Denoke cubriendo el doble papel de Venus e Isabel superó en gracia y poder sonoro a un tenor como Gambill, quien, con rico timbre y fuerza canora, condujo el personaje principal de Tannhaüser en orgías, luchas y desesperaciones, pero que, al oír el nombre de Isabel enunciado por otro enamorado, el barítono francés Tesier, cae de su empecinamiento hacia Venus y acepta gustoso su salvación postrera gracias a la oración profunda hecha por Isabel.
Si las arias de los personajes y el timbrado Coro de Opera de Bilbao merecieron el aplauso del público, la exposición escénica y el timbre y expresión serena de la soprano Angela Denoke cubrieron expectativas. Cabe decir, pues, que la satisfacción fue generalizada. -
OTXANDIO