Héctor SOTO | Director del Gabinete del Ministerio de Cultura de Venezuela
«Cuando tengo dudas, pienso: si la revolución no le gusta a EEUU, vamos bien»
En vísperas de las elecciones presidenciales, en las que el triunfo de Hugo Chávez parece claro, Soto hace una radiografía de la sociedad venezolana, inmersa en un proceso revolucionario ya afianzado, explica por qué resaltan la figura del presidente y diagnostica esquizofrenia mediática a la clase media que se empeña en rechazar una revolución que les beneficia.
Se habla de nuevo de un complot de la oposición que consistiría en
que Manuel Rosales se retirara antes de las elecciones para justificar
disturbios en la calle. ¿Cree que es posible que repitan esa
estrategia?
Ya después de las elecciones parlamentarias del año
pasado, en las que la oposición no quiso participar, denunciamos esta estrategia
de la oligarquía para intentar deslegitimar las elecciones. De hecho, estos días
iniciaron acciones violentas, como disparar al automóvil de un concejal de uno
de los partidos que está en el proceso revolucionario. Todo esto no es más que
la consecuencia de su certeza de que tienen las elecciones perdidas. Todas las
encuestas dan una victoria clara a Hugo Chávez. La más generosa con la oposición
le da 20 puntos de ventaja a Chávez y las hay que le dan hasta 30 puntos. Y son
encuestas de empresas privadas.
¿Volverán a denunciar
fraude?
En el referéndum revocatorio y en las elecciones
parlamentarias, la oposición fascista, porque en Venezuela la oposición no es un
bloque, hay oposición democrática que quiere participar en las elecciones y otra
fascista, pidió a gritos la intervención del centro Carter y de la OEA para
evitar el fraude. En ambas votaciones obtuvimos la victoria, y los dos
organismos dieron por correcto el proceso. Inmediatamente después, la oposición
tachó de comunista y de chavista a Jimmy Carter. Pero esto no nos genera
angustia, porque no va a pasar de ser unas escaramuzas que no van a tener
efectos notables.
Las encuestas hablan de una victoria holgada
de Chávez, pero ustedes han marcado el objetivo de 10 millones de votos. Si no
lo consiguen, ¿no da pie a que una victoria sea interpretada como una
derrota?
Es posible que algunas personas lo vean así. Nosotros
sabemos que por el número de inscritos en el censo electoral es muy difícil
conseguir esta cifra. En cualquier caso, los diez millones de votos fueron un
referente cuyo alcance el presidente aclaró muy bien. El pueblo venezolano ha
registrado históricamente un índice de abstención muy alto. Nosotros usamos este
referente simbólico para expresar nuestro deseo de que, a corto plazo, queremos
diez millones de conciencias socialistas.
Ustedes afirman que la
Revolución Bolivariana trasciende a Chávez. Sin embargo, la mayoría de los
carteles electorales y los mensajes de la campaña se han personalizado en el
presidente. ¿No es contradictorio?
Admitimos que, en este
momento de la revolución, la figura del presidente es imprescindible. Es un
hombre que, con su carisma, su mensaje y su forma llana de hablar, ha podido
aglutinar muchas corrientes de pensamiento. Conviene recordar que venimos de una
sociedad muy fragmentada donde las diferencias de clase son muy notables. Recien
estamos empezando a aprender a dejar de ser una colonia estadounidense.
Políticamente, la izquierda y la derecha en Venezuela eran una multitud de
partidos. Hemos llegado a tener elecciones donde se presentaban 53
organizaciones políticas. Ideológica y políticamente tenemos un enorme daño que
superar. Son muchos años de todo un aparato ideológico –sistema educativo,
medios de comunicación, propaganda– que hizo de nosotros una sociedad de seres
humanos individualistas. Chávez logró aglutinar y por eso lo cuidamos tanto. No
quiero ni imaginar lo que podría ocurrir con un magnicidio. El país entraría en
un caos. Pero esto no es contradictorio con la construcción de un poder
colectivo. Chávez lo expresa de una forma muy acertada al decir que está
dispuesto a mandar obedeciendo al pueblo. El presidente usa su estatus para
transferir el poder a las bases. Los consejos comunales, por ejemplo, formulan,
ejecutan, diseñan, evalúan y controlan políticas públicas.
La
"clase media" se siente excluida del proceso. Dicen que Chávez fomenta la
división en la sociedad venezolana. ¿Tienen alguna estrategia para integrar a
esas clases en la revolución?
La revolución no ha carecido de
políticas dirigidas a la clase media. Las tasas de interés que los gobiernos
anteriores aplicaban a la compra de vivienda y vehículos eran mortales. Nosotros
eliminamos esos créditos leoninos. Hemos pagado a los profesionales deudas
históricas, de 25 y 30 años. El sector que más se ha reactivado con la
revolución es la clase media. El sector de la construcción, por ejemplo, se ha
reactivado enormemente con los proyectos de puentes, autopistas, hospitales,
viviendas... A pesar de esto, debemos revisar por qué esta clase aún no se ha
incorporado masivamente al proceso. También hay un problema ideológico y
cultural. Esta clase es la mayor consumidora de la industria del
entretenimiento. Son los que más televisores tienen, más periódicos compran, los
que más van al cine, por lo que llevan 40 años tragándose todas las historias de
superhéroes de Hollywood. Viven en una especie de esquizofrenia entre la
abundancia material que disfrutan y el mensaje que reciben por los medios de que
la revolución es un monstruo que no termina de comérselos.
Cuando Chávez apoya a algún candidato de izquierda,
inmediatamente después los medios le tachan de populista y le acusan de ser un
peón de Venezuela. ¿Les perjudica un apoyo explícito de
Chávez?
Es natural que lo que diga Chávez y también otros
presidentes en relación a la integración de Latinoamérica genere ahora una
respuesta mucho más violenta. En la época de la globalización, de la
especulación financiera, cuando se intenta imponer tratados económicos
desiguales, como el TLC o el ALCA, para el capital financiero, todo lo que sea
integración, que agrupe países en bloques de fuerza para intentar no dejarse
devorar, es peligroso. Era mucho más inocuo hace 20 años que un presidente de
izquierda, como Fidel, apoyara a un candidato, porque el capital no veía un gran
riesgo. Hoy, en cambio, sí siente el peligro. Porque el modelo de integración
que propone la revolución bolivariana y otros países del continente está basado
en la complementariedad. Economías desiguales no pueden competir, como quiere el
imperio norteamericano. Nosotros estamos haciendo intercambios. Con Argentina
intercambiamos petróleo por alimentos y por tecnología agrícola. Con Cuba
intercambiamos petróleo por asistencia sanitaria. Y nos critican mucho, pero
¿quién nos critica? La prensa que está vinculada a las trasnacionales. Además,
es relativo lo de que Chávez perjudica a los que apoya. También apoyó a Daniel
Ortega, a Lula, a Evo Morales y ganaron.
¿Cómo se sienten
estando en el ojo del huracán?
Es duro, pero tratamos de no
buscar el lado más solemne y triste de nuestra revolución, que lo tenemos. En
los últimos dos años han asesinado a 180 dirigentes campesinos. Estamos en el
Gobierno y pareciera que estuviéramos en la clandestinidad. Pero nosotros
conocimos el infierno. Hace apenas diez años, el 90% de la gente vivía en la
pobreza, la gente se moría en las calles de hambre. Todavía tenemos problemas de
pobreza, pero ahora es menor y, además, los pobres han recuperado la esperanza y
la dignidad. Antes estaban abatidos, en ese estado de miseria y viendo el manjar
de la riqueza en manos de unos poquitos. Era muy traumático para nosotros. Por
eso, estar ahora en el ojo del huracán es una oportunidad de vivir luchando,
porque antes estábamos muertos en vida. Hay una consigna que el pueblo ha
adoptado: “Con hambre y desempleo, con Chávez me resteo (voy hasta el final)”.
Esta consigna tendrá que ir cambiando, porque ahora estamos mejor. Sin embargo,
esta consigna ilustra que la revolución no sólo son logros materiales, son más
que todo espirituales. El venezolano hoy, aún el más pobre, siente que es
ciudadano, que es protagonista. No estamos deprimidos por lo dura que es la
lucha, sino que nos da fuerza.
¿Por qué les critican
tanto?
La virulencia con la que se ataca a Chávez refleja el
peligro que su propuesta supone para el capital. Cuando tengo mis disgustos con
la revolución y sus errores, yo siempre me digo que mientras esta revolución no
le guste al Gobierno estadounidense vamos bien. •
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