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Gara > Idatzia > Kultura 2006-11-29
48 edicion del festival zinebi
El lento despegue del nuevo cine cubano
Tras una década larga en la que la crisis de la industria cubana apenas ha permitido rodar, el soporte digital está generando un nuevo cine en la isla, tal y como muestra el ciclo de Joven Cine Cubano. Manuel Pérez, miembro del jurado y autor de «Páginas del diario de Mauricio», habló ayer de la cinematografía cubana, acompañado por Fernando Pérez, director de «Suite Habana».

BILBO

Manuel Pérez tiene 67 años y Fernando Pérez 62. Pertenecen a una generación de cineastas cubanos que en los noventa vio truncado su oficio, al pararse de pleno todos los proyectos de la isla. Peor lo tuvieron los jóvenes de la época, que ni siquiera pudieron empezar su carrera al no tener acceso a cámaras ni laboratorios, según explicaron ayer estos realizadores. «Esa generación que se vislumbraba iba a ser un boom, no tuvo oportunidad de hacer cine. Se perdió. Ahora sí se vislumbra una nueva generación gracias a las nuevas tecnologías. Estas películas seleccionadas para el ciclo de Bilbao están hechas con pocos recursos, con cámaras digitales, y se caracterizan por su diversidad. Pero lo importante es la dinámica iniciada: hay un nuevo lenguaje que se puede expresar sin necesidad de la industria».

Manuel Pérez Paredes, además de estar en Bilbo en calidad de miembro del jurado del concurso internacional de Zinebi, presenta esta noche en el Museo de Bellas Artes (21.00 h), su última película, “Páginas del diario de Mauricio”. El realizador cubano llevaba veinte años sin dirigir, dedicado a labores de guionista, hasta que dio con este argumento, basado en sus propias experiencias. El film cuenta el desgarramiento que sufren las familias cubanas cuando algunos de sus miembros se lanzan a la emigración sin retorno. «El problema siempre ha estado presente, pero en los últimos veinte años se ha agudizado. Con el derrumbe del bloque socialista la sensación de aislamiento y soledad en Cuba se disparó, ayudada por ese vecino que privilegia esa forma de emigración», señaló Manuel Pérez.

Este cineasta, como su colega Fernando Pérez, hablan por propia experiencia pues tienen hijos que un día abandonaron Cuba. «Yo llevo diez años sin ver a mi hijo ­confesó este último, director de películas tan aplaudidas como “Suite Habana” o “La vida es silbar”­. Y creo que la película de Mauricio refleja muy bien el impacto que tiene en todos nosotros el peligro acechante de la separación familiar».

Fernando Pérez acaba de rodar “Madrigal” y, mientras espera saber si queda seleccionada para la Berlinale, adelanta algunos aspecos de su contenido: «Es muy diferente a ‘Suite Habana’. Si aquella reflejaba la realidad de una Habana, la que yo más conozco, ésta ocurre en un mundo imaginario, incluso tiene dentro un corto de ciencia-ficción».



Limitado interés
Javier ASPIAZU | CRITICO

Zinebi comienza dejándonos una impresión de descenso generalizado en el interés de las películas vascas a concurso respecto a otras ediciones, bajón que se hizo todavía más evidente en el primer bloque informativo de las españolas. Abundaron las cintas de ficción, nada menos que siete de las diez seleccionadas por Euskal Herria, sólo dos documentales y una testimonial presencia de la animación: “Perpetuum Mobile”, cándido homenaje, aunque no exento de ingenio y exquisita factura, al universo de temas que poblaron la fantasía de Miguel Angel. Entre los documentales, “El verano español”, de Víctor González, adoptaba voluntariamente el formato de vídeo casero, reportaje de vacaciones, para ilustrar, con un sensible y paciente acercamiento a la protagonista, las diversas reacciones ante una nueva realidad de una niña acogida del este europeo. Esmerada labor de montaje que avala el buen hacer de su realizador. El otro documental, “Txoria”, fue una ocurrencia de dudoso gusto, cuya selección para un festival de esta categoría me parece más que discutible. De las historias de ficción destacaría dos: “La barbería”, de Algis Arlauskas, por su cuidada estética en 35 mm, ajustada creación de ambientes y dirección de actores, y “Una historia de invierno”, poético acercamiento de Iván Kortazar a la decrepitud y a la ruina de las cosas, inscrito en un paisaje invernal en el que se intentan dejar rastros de paso mediante una inteligente utilización de efectos digitales. Por último, de “Vegetables”, de Javier Ortega, habría que reseñar su acertado empleo de los contrastes cromáticos y del sonido de la televisión como reflejo paródico de la historia que se nos narra, a pesar de que ésta, como en el caso de “Miramar Street”, resulte a la postre previsible. -


 
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