Parece que la memoria histórica apenas va más allá de nuestra propia realidad y nos gusta hacer aspavientos de enfado cuando los mayores hablan de su época como diferente, tal vez los empecinados científicos a los que por sus títulos o estudios les damos más credibilidad nos están indicando lo que no queremos ver ni saber de los mencionados seres cercanos, nuestros mayores.

Llevan tiempo hablándonos de glaciares, bosques o animales que desaparecen o mares, ríos o lagos contaminados y citándonos que el cambio es no-retornable, pero aún nos cuesta creérnoslo o no lo queremos aceptar ni oír, tal vez conscientes de que nuestros propios compromisos con la tierra que habitamos temporalmente sean los que favorecen estos hechos.

Llevamos unos pocos miles de años conscientes de nosotros mismos y sin embargo hemos dañado todo lo que hemos querido y más. Ciertamente poco tenemos que ofrecer a generaciones futuras más que nuestras civilizaciones que por progreso han entendido destrozar el planeta. Hemos hipotecado mucho de futuro ajeno, equivocamos cada vez más el derroche de energía, la construcción de más y más viviendas, carreteras, con la acumulación de basura y vertidos que ya no sabemos ni cómo tratar con progreso y bienestar, las cifras de lo acumulado y no reutilizado son difíciles de disimular, por eso los hábiles politicuchos evitan la presencia de lo producido en los propios municipios y lo aprueban en los ajenos.

Nuestra vida o bienestar futuro puede estar dañado irremediablemente y se intenta evitar que el daño progrese de manera rápida como si con ello se solucionara algo. Y todo porque cuesta parar el consumismo feroz de los bienes que nos son comunes a todos los habitantes del mundo, por más pinos insignes que nuestras autoridades potencien plantar en nuestros montes, llanos o valles, todos deseamos la caoba, el ébano o el árbol aún sin nombre de Borneo o el Amazonas, nos importan un comino los animales fuera de los zoológicos, así como nos molestan los aborígenes conscientes de sus culturas y que intentan parar el consumismo salvaje de los pocos bienes que están en sus entornos.

Hablo del cambio climático como un efecto de otros males que son visibles día a día y que por una amnesia interesada no los vemos. Preferimos seguir utilizando nuestros propios coches, electrodomésticos o derrochar la energía ya escasa, para ello nos incitan todos los medios y los que dirigen el cotarro desde el poder, si no este sistema daría sensación de que no progresa. Pero no queremos ver que no funciona desde hace bastante tiempo, los males, los efectos no surgen de un día para otro, ya llevamos tiempo derrochando más de lo que podemos. -