Iniciamos el 2007 como empezamos y acabamos el 2006: en la madrileña Casa de Campo asistiendo al inacabable macroproceso 18/98. Y volvimos a padecer las formas que ya se pusieron de manifiesto aquel remoto 21 de noviembre de 2005 en que se inició la vista oral. A veces es difícil entender cómo un mismo hecho puede ser interpretado de formas contradictorias por observadores diferentes, pero en el caso que nos ocupa resulta kafkiano. Y así, cuando las defensas comunicamos al Tribunal que, por decisión de los acusados, íbamos a renunciar a la práctica de las pruebas periciales propuestas, se nos reprochó que tratábamos de meter prisa al asunto y acelerar el proceso. Pues bien, la escueta nota de prensa que al día siguiente publicaba un diario donostiarra interpretaba la decisión como una evidente maniobra dilatoria de las defensas, que tratan así de entorpecer la celebración del juicio. Lo cierto es que nuestra postura puede suponer una reducción que, siendo prudente, puede cifrarse en mes y medio, pues también anunciamos la renuncia a la prueba documental propuesta por nuestra parte. Parece que hagamos lo que hagamos siempre se interpreta negativamente.

Pero las chispas saltaron cuando por parte de las defensas se trataban de explicar los motivos de la decisión adoptada por los acusados. De un lado que la columna vertebral de la prueba acusatoria, las «periciales» de Guardia Civil y UCI policial, lejos de probar las acusaciones, han evidenciado su falta de fundamento, por lo que es obvio que vamos ganando, y porque de lo visto hasta ahora se evidencia que este asunto y todos sus parientes responden a un impulso político que se trata de arropar con el manto judicial, por lo que se instaba a las acusaciones a que prime la justicia sobre la razón de Estado y retiren las acusaciones, recalcando el hecho de que en el caso “Egunkaria”, que se apoya en gran parte en las mismas pruebas, la propia Fiscalía ha pedido el archivo de las actuaciones por entender que no existen elementos probatorios que permitan mantener la acusación. Una vez más se pudo comprobar que en todo este embrollo hay algún resorte que salta en cuanto se pronuncia la palabra «política» y que interrumpe de inmediato a quien la pronuncia, porque ya se nos dijo que aquí, de política nada, eso es una ofensa para el Tribunal y el que quiera hablar de política que vaya a la Carrera de San Jerónimo y hable con los leones de las Cortes. Resulta sorprendente esta obsesión si se tiene en cuenta que cuando se inició el proceso el entonces presidente del Gobierno español Sr. Aznar dijo aquello de que a ver si alguien se creía que no iban a atreverse a cerrar el “Egin”. Además se acusa también por militar en organizaciones políticas. ¿No es eso política? -