Fue sólo un día, pero por lo menos en él pude dar mi opinión en sobre lo que nunca antes nadie me había preguntado.

Todo comenzó con unos extraños carteles en las calles de Barañain. Uno de ellos preguntaba cuándo había decidido yo que las mujeres tuvieran peores salarios, que Navarra se dividiera en tres zonas lingüísticas o que los ayuntamientos favorecieran el trabajo a través de contratas, además de otras cuestiones. Cada día que los veía iba a casa diciéndome: «¡nunca!».

Luego llegó a mi buzón un texto en el que, entre otras cosas, me hablaban de la autodeterminación. «Algo malo ­pensé­ o eso dice la tele». Pero en él me explicaban que la ONU dice que no es nada malo, y que sólo es preguntar a la gente qué quiere ser. «Claro, como en los carteles: hay que preguntar a todas la personas para ver cómo vamos a funcionar», pensé.

Y al final llegó el día, era una tarde de diciembre. Cogí la octavilla que me metieron en mi buzón unos días antes, y empecé a elegir: Que si quiero o no quiero que haya Rey, que si quiero o no que sigan tirando bombas en las Bardenas, que si quiero o no....

Y fui a la plaza del ayuntamiento, y metí mi «papeleta»en una «caja de cartón-urna» que tenían preparada unos que decían ser de la izquierda abertzale de Barañain y me explicaron que era una consulta popular simbólica, que a ellos y ellas les gustaría que se tomaran las decisiones de otra forma. Y por un día sentí que había opinado. Y me fui a casa pensando: «toda una declaración de intenciones la de éstos y éstas de la urna».

Koldo Ganuza