Desde que el 13 de marzo de 1999 Xabier Arzalluz y Carlos Garaikoetxea sellaran con un brindis de cava la primera coalición entre PNV y EA, la decisión de reeditar ese matrimonio ha sido siempre muy complicada para EA. Era habitual que de sus congresos saliera haciendo votos por presentarse en solitario y medir sus fuerzas, pero según se acercaba la cita electoral comenzaban los llamamientos a la prudencia y al final acababan cobijándose en la coalición.

En esta ocasión la trayectoria parecía que podía ser la misma. La decisión en el seno de la dirección debía haberse tomado en febrero del año pasado, pero la falta de una posición común hizo que se fuera demorando. Los partidarios de la coalición con el PNV ­entre ellos la presidenta, Begoña Errazti, y el hombre fuerte del partido en el Gobierno de Lakua, Joseba Azkarraga­ quizá tenían en mente la tradición y esperaban que el paso del tiempo hiciera que volviera a imponerse «la cordura». Al parecer, existen sondeos internos que no auguran muy buenos resultados a EA en solitario. Sin embargo, aquellos que dentro de la dirección creen necesario clarificar la línea del partido, tanto de cara al exterior como al interior, aguantaron el tirón.

Después de varias prórrogas, la decisión de la Ejecutiva Nacional llegó por sorpresa en una reunión de finales de agosto, cuando algunos miembros todavía no habían concluido sus vacaciones y tuvieron que hacer un esfuerzo suplementario para acudir. Diez votaron en contra de la coalición y nueve a favor. Unanimidad en defensa de Nafarroa Bai. La decisión y el escaso margen con el que se alcanzó se filtraron aquella misma noche, quedando la Ejecutiva Nacional en una situación comprometida.

Los críticos con la decisión forzaron la celebración de un congreso extraordinario, que era un examen a la fórmula electoral, pero también a la dirección. Un dato a tener en cuenta.

Por mucho que el discurso de ambas partes indique que el debate es enriquecedor, basta escuchar los calificativos que unos y otros se dirigen cuando se habla en privado con ellos para comprobar que EA es un partido con una fortísima división interna y que procesos, como este, llevando la discusión a cada pueblo, no hacen sino radicalizar las posiciones.

Viendo el resultado, anticipado en las asambleas de elección de delegados, resulta incomprensible la obcecación de los críticos en que se visualizara y oficializara su derrota. Sólo han logrado caldear los ánimos y se han quedado incluso sin la baza de poder pedir cuentas a la Ejecutiva si los resultados son malos. Ha decidido la base. La culpa ahora es compartida. -