El grupo permanente de asesores internacionales para el conflicto creado por el Gobierno de Lakua ha marcado con su concisa declaración una fina línea de demarcación. De una parte quedan las opiniones, muchas de ellas emocionales, otras bastante menos inocentes, según las cuales todo el proceso construido en los últimos años para posibilitar una solución dialogada se derrumbó con el atentado de Barajas. De otra, las voces, muchas más aunque con una capacidad de hacer propaganda infinitamente menor, que han venido optando por un discurso más reposado y en clave de recuperación de la confianza para hacer posible que el diálogo recobre un lugar prioritario.
Con la autoridad que da la experiencia vivida en conflictos con consecuencias humanas tan dramáticas como el de Sudáfrica, en el que sólo en los enfrentamientos alimentados por el régimen del apartheid en el seno de la comunidad negra murieron 20.000 personas, estos expertos se pronunciaron a favor de que todas las partes implicadas en el conflicto que afecta a Euskal Herria dialoguen para buscar una solución política. Ajenos a la presión de los medios de comunicación, el ambiente político enrarecido y la instrumentalización de la justicia que monopolizan la crónica española, estos asesores estiman que el atentado de Barajas no rompe definitivamente ni el diálogo ni el proceso.
En consonancia con sus recomendaciones, el lehendakari Juan José Ibarretxe ratificó ayer ante un juez español su vocación de seguir hablando con todos, y ello pese a que con esa declaración se le pueden complicar las cosas en el terreno judicial. Los innumerables procesos de componente político que se han abierto al calor de la Ley de Partidos en su inmensa mayoría contra la izquierda abertzale ponen en evidencia que el riesgo existe. Pero la búsqueda de un escenario de paz y democracia reclama pasos en firme, y bueno sería que la actitud del lehendakari tuviera continuidad en forma de un compromiso real del tripartito para desactivar la Ley de Partidos en todos los niveles institucionales en que deja sentir sus perniciosos efectos.
Este es un momento de oportunidades. No hay impedimentos insuperables para reconstruir los compromisos que posibiliten una solución democrática. Una mayoría social, que toma cuerpo en pronunciamientos y movilizaciones, apoya con determinación a los responsables políticos que estén dispuestos a asumir riesgos para buscar la paz. -