Bollos para Iñaki. Y cordero
Gloria Rekarte - Ex presa política
La situación de Iñaki de Juana preocupa a muchos y escuece a todos los demás. Y ese escozor provoca el recurso fácil a la descalificación
La edil del PP del Ayuntamiento de Donostia no se pudo reprimir, se enganchó al micrófono y soltó ese memorable «que le lleven unos bollos". En el fondo, igual es comprensible. No debe de ser muy agradable encontrarse cómodamente asentado en una silla institucional, sin tener a su alrededor adversarios políticos que le causen demasiado quebranto, sacando cuentas de los miles de ciudadanos vascos a quienes negaron representatividad y participación... y que de pronto y a pesar de tanto afán, a pesar de la represión, la criminalización, la terroristización; a pesar de la presencia policial, las amenazas, los empujones, las identificaciones, las grabaciones... un grupo de ciudadanos se presente a hacer uso de eso precisamente, de su ciudadanía. Para exigirle además al Consistorio que se ocupe de la situación crítica de uno de sus ciudadanos. Debe de resultar desolador. Y entonces, es normal, pierden los papeles. Y quién sabe si hasta pensó que con eso de «para el muerto de hambre ese" había hecho un genial y ocurrente juego de palabras.
En otro orden de cosas, pero en la misma línea del dictado, Oroz, en «Diario de Navarra", se arrancaba con una tira cómica en la que un personaje invita a Iñaki de Juana a retomar la alimentación con el cordero y el champán con que celebró la muerte de Tomás Caballero. El viejo y manoseado recurso del cordero, el champán y la celebración de los atentados. Tan viejo y manoseado que ni siquiera admite variantes. De merluza a la koxkera o algo así. Y no termino de entender qué hacen repitiéndose en viñetas, en artículos y en tertulias con tan viejo cliché en lugar de correr a exigir una investigación a fondo y que se expediente a los que aceptan introducir el cordero -que además, supongo, será asado- y el champán en el interior de las cárceles. Pero los que más lo cantan son sin duda los que menos se lo creen. O eso, o sus habituales fuentes bien informadas les han colado la idea de que entre las instalaciones de rigor de una prisión se cuentan hipermercados, macdonals y un asador La Parrilla. Puede que me esté desviando, pero me apetecía decirlo. Bien, lo cierto es que la única celebración que a todos nos consta que alguien ha realizado es la de Daniel Portero en la puerta de la Audiencia Nacional española y ante las cámaras de televisión, descorchando una botella al conocerse la muerte de un prisionero vasco. Me apetecía recordarlo.
La situación de Iñaki De Juana preocupa a muchos y escuece a todos los demás. Y ese escozor provoca el recurso fácil a la descalificación, a la ridiculización, a la burla. Supongo que persiguen la ironía, el sarcasmo ágil que descargue la situación de dramatismo y de responsabilidades, y por supues- to, el menosprecio, la humillación. Demasiado veneno y un mal antídoto: todo queda en una mordacidad oscura, sucia, que hace más visible aún la rabia, el resentimiento hacia una actitud que, en el fondo, les supera. Y les destapa.