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Las pieles del infierno

Carlota Alfaro Ortega. Miembro de la Asociación Pro Derechos de los Animales. Me he animado a escribir esta carta después de percatarme de la cantidad de abrigos de piel que he tenido que ver todo el invierno. Esto no ocurre en otros países europeos, donde las personas están mucho más sensibilizadas con este problema de lo que pueden estar en nuestro país.

 El visón, que es el animal más utilizado, vive al lado de ríos y arroyos. Allí pasan toda su vida buscando comida, realizando madrigueras y protegiendo a sus crías de posibles depredadores.... Bueno pues, gracias a la industria peletera, estos animales acaban asesinados de forma cruel con una de sus extremidades atrapadas en un cepo. El animal, cuando cae en el cepo, intenta liberarse royendo y rasgando su pata aprisionada, y mueren de forma lenta y dolorosa.

 La otra realidad son las pieles ecológicas. Los animales son criados en granjas donde los mantienen en jaulas donde viven apilados, llenos de excremento y orines. El estress del cautiverio al que son somentidos los animales los vuelve locos y les lleva a autolesionarse y a comerse a sus propias crías.

 La matanza, si alguien había pensado que iba a ser sencilla, no tiene más que escuchar las modalidades utilizadas: se puede optar por retorcerles el cuello manualmente o encerrarlos en una caja e introducir monóxido de carbono que los lleva a una muerte que puede durar hasta 30 minutos, o puede inyectárseles un narcótico en el corazón. Después de todo esto, sólo espero que reflexionéis y os acordéis de todo esto cuando veáis a vuestras vecinas llevando un abrigo de piel. Recordad siempre que la crueldad no es elegante.

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