Es difícil ofrecer un mejor perfil del estereotipo de «hombre de negocios estadounidense» que el que tienen George Gillet y Tom Hicks, los nuevos propietarios del Liverpool. Son ricos, aunque en el campeonato de la opulencia no militan en la misma división que el ruso Roman Abreamovitch, flamante dueño del Chelsea. Ambos han reconocido que sus bolsillos «no son tan profundos».

Hicks, de 60 años, alcanzó en 2003 un puesto en la lista que realiza la revista «Forbes» de los 500 estadounidenses más adinerados e influyentes. Tiene intereses en sectores financieros, agroalimentarios y de los medios de comunicación; amén de ser el dueño del equipo de hockey hielo de los Dallas Stars.

En 1998 hizo rico a George Bush, actual inquilino de la Casa Blanca, al recomprarle por 15 millones de dólares su participación en la franquicia de béisbol de los Texas Rangers. No era la primera vez que le echaba un cable, puesto que en 1994 aportó fondos para la campaña del Partido Republicano que finalizaría con Bush como gobernador de Texas. Anteriormente no había tenido empacho en respaldar a Ann Richards, del Partido Demócrata.

El impulso al actual presidente hizo correr ríos de tinta, puesto que fue posteriormente «recompensado» con una modificación legislativa que permitió la creación de un fondo de inversión en el que colocar el dinero de la Universidad de Texas. Los principales beneficiarios fueron, obviamente, personas próximas a Hicks y Bush, así como integrantes del Partido Republicano.

En la actualidad, su apuesta es Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York que alcanzó gran popularidad tras el 11-S y que ahora se postula para ser el candidato republicano en las próximas presidenciales.

FICHAJES DE RELUMBRON

Es posible que los aficionados del Liverpool se inquieten cuando sepan que una de sus especialidades es hacerse cargo de negocios en dificultades económicas para venderlos unos años después, obteniendo unas jugosas plusvalías. Son los casos de las empresas Seven-Up y Dr.Pepper.

Por el contrario, se tranquilizarán al conocer que no le tiembla la cartera cuando se trata de fichar jugadores de relumbrón. En 2001, contrató para los Texas Rangers al jugador de béisbol Alex Rodríguez. La ficha, 250 millones de dólares por diez años.

El otro socio, George Gillet, tiene 68 años. Su éxito principal es el desarrollo de la estación de esquí de Vail (Colorado), de la que es propietario. Comenzó su carrera comprando periódicos, y entró en el deporte en 1966 al comprar participaciones de los Miami Dolphins, un equipo de fútbol americano. Más tarde vendería sus acciones para adquirir los Harlem Globe Trotters, el mítico conjunto mitad baloncesto mitad acrobacia.

Para apaciguar la desconfianza de los hinchas ingleses, Gillet puede echar mano de su experiencia en los Canadiens de Montreal, un equipo de hockey hielo cuya afición no vio con buenos ojos que el dueño sea un «yankee».

«UNA FRANQUICIA»

El pasado martes, ambos socios aseguraron ser conscientes de lo que significa el Liverpool. Pero en una rueda de prensa en la que se habló en reiteradas ocasiones de «historia» y «herencia», George Gillet cometió su primer error de comunicación. Antes de abreviar la comparecencia explicando que tenía que tomar un jet para cruzar el Atlántico y presenciar un partido de los Canadians, utilizó el término «franquicia» para describir al Liverpool.

Los equipos norteamericanos reciben ese nombre porque no pertenecen a la ciudad en la que juegan. Son una «empresa» que puede cambiar de sede en función de la voluntad de sus dueños. Esperemos que no sea ese su proyecto para los reds.