«Diamante de sangre", una aventura en pro de los recursos naturales africanos
De las cinco nominaciones a los Oscar con las que cuenta «Diamante de sangre" dos son actorales, una para el estelar Leonardo DiCaprio y la otra para el secundario Djimon Hounsou. Son bazas muy importantes para una película que pretende unir el gran espectáculo y el cine de denuncia, todo ello al precio de una única entrada. La cuestión es que otro año más Africa vuelve a salpicar las conciencias occidentales reclamando soluciones cada vez más urgentes.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
La responsabilidad de Leonardo DiCaprio en la película es vital, con todo el mundo pendiente de lo que hace y de lo que dice debido al poderoso influjo de su presencia. Es un caso parecido al de Brad Pitt en «Babel», así que uno y otro han de medir sus declaraciones en torno a la película que protagonizan. En la rueda de prensa prevista para Madrid hubo un plante de los fotógrafos, debido a que Leonardo DiCaprio y el resto del equipo se retrasaron una hora en su comparecencia. Todo el mundo tenía los ojos puestos en el joven actor, pero, en realidad, su postura en torno a la polémica desatada por «Diamante de sangre» ya estaba suficientemente aclarada.
En el proceso de asesoramiento previo al inicio del rodaje, DiCaprio tuvo tiempo de informarse sobre el tráfico de piedras preciosas y su incidencia en los conflictos internos africanos. Bastaron unas primeras declaraciones para que la industria del diamante se pusiera en guardia, con un efecto similar al provocado por Al Gore y el documental «Una verdad incómoda» con respecto a las petroleras. De Beers, que es la principal empresa del sector, y el Consejo Mundial de Diamantes no tardaron en comprar páginas de publicidad en los diarios norteamericanos de mayor tirada para tranquilizar a los posibles compradores, asegurando que actualmente existe un control frente a los llamados «diamantes sangrientos», aquellos procedentes de países en guerra. También quisieron obligar al director Edward Zwick a introducir un letrero en los títulos de crédito afirmando que lo narrado en la película es ficción y que pertenece en todo caso al pasado, exigencia a la que se negó en redondo. Pero el pasado que aparece en «Diamante de sangre» es demasiado reciente como para no tenerlo en cuenta. La acción se sitúa en Sierra Leona hace apenas seis años, cuando el Gobierno y las guerrillas se encontraban en plenas hostilidades. En medio de ese clima violento, el verdadero héroe de la función es el personaje nativo encarnado por Djimon Hounsou, que es el que da fuerza a la película y termina de enganchar al público más escéptico. Aunque razones no le faltan a ese tipo de espectador crítico, porque siempre resulta difícil para Hollywood lograr conciliar el espectáculo con el mensaje, más aún desde dentro y sin mediar un cineasta extranjero como era el caso del brasileño Fernando Meirelles y «El jardinero fiel».
Luego está la periodista concienciada, papel que le corresponde a Jennifer Connelly y que es sobre quien recae el peso de la denuncia. El chico blanco debería salir peor parado, pero a pesar de que DiCaprio hace de mercenario sudafricano, termina por ser alguien que conoce suficientemente los problemas del continente negro como para, en un momento dado, llegar a identificarse con esa tierra y sus genuinos habitantes más allá del sentido pragmático del superviviente al que le acaba traicionando el lado romántico de todo aventurero. Al fin y al cabo en el cine manda el entretenimiento y como dice la publicidad: «Un diamante es para siempre».