Al margen de los que claman en el desierto que las propuestas de la izquierda abertzale no tienen que ser escuchadas ni comentadas pues son palabras del mismísimo demonio, las reacciones se han dividido entre quienes ven movimientos, siempre insuficientes, pero dicen que no hay nada de lo que hablar mientras ETA no anuncie el abandono definitivo de las armas o Batasuna se lo exija y entre quienes aseguran que este modelo ya lo habían expuesto y defendido ellos antes.

Los procesos de resolución de conflictos suelen ser complejos. Si hay una posibilidad seria de acordar una solución -y ésta lo es- siempre pueden buscarse fórmulas para abrir el diálogo sin que quienes hoy insisten en poner condiciones queden mañana desairados. Lo importante es hablar en serio. Luego ya se buscarán las escenificaciones necesarias. En todo caso, no conviene olvidar que han sido formaciones como el PNV y el Partido Socialista quienes una y otra vez han insistido en separar radicalmente los dos carriles. Si un acuerdo sobre estas bases, que muchos sectores consideran factible, puede traer la «paz definitiva» -en expresión textual de Otegi- ¿se puede rechazar la oportunidad por condiciones previas que al final se van a ver ampliamente superadas?

El modelo propuesto por la izquierda abertzale podrá ser mejor o peor, pero hasta la fecha no se ha explorado nunca. Y como ocurrió con la metodología propuesta en Anoeta, se diga ahora lo que se diga, pronto estará en el eje del debate, primero en el privado y más adelante en el público.