compra en la antigua metropoli de la aceria corus
RATAN TATA confirma el apetito empresarial indio
La compra de la acería anglo-holandesa Corus por parte del gigante indio Tata -se impuso en la puja a la empresa brasileña CSN- confirmó definitivamente que la economía de India se ha hecho mayor, lo suficiente como para mirar a Occidente sin complejos.
El pasado verano Mittal Steel, propiedad de Lakshmi Mittal, además de abrir la vía a la internacionalización de las grandes empresas indias, envió un claro mensaje al mundo empresarial occidental: «contad con nosotros», venía a decir el empresario indio, y no era ningún farol. Después de salvar todas las reticencias de Bruselas -donde no están acostumbrados a que los empresarios del llamado tercer mundo adquieran las firmas europeas-, Lakshmi Mittal compró Arcelor por 27.000 millones de euros.
Estos días ha vuelto a repetirse la historia, aunque esta vez nadie se sorprendió por ello. India, además de miseria, santones, ser el primer productor mundial de cine, contar con conflictos armados en varios de sus estados, cuenta con una economía que crece a un ritmo vertiginoso -9,2%, sólo superada por China- y sectores especialmente competitivos. La antigua «joya» del imperio británico mira ahora a Occidente sin complejos.
El conglomerado Tata, sin embargo, es algo más que uno de los principales grupos empresariales de India. Se trata de una vieja empresa familiar creada en 1868 -en pleno periodo colonial- por Jamsetji Tata, considerado uno de los padres de la industria india y bisabuelo de Ratan Tata, actual dueño de la firma y que desde 1991 lidera un emporio con más de 200.000 trabajadores.
No obstante, la compra de la anglo-holandesa Corus por 10.600 millones de euros no es el primer golpe de efecto del gigante indio ni el de mayor simbolismo. En el año 2000 Tata compraba la firma británica de té Tetley Tea por 407 millones de dólares. La operación fue tachada en su día de una «venganza» contra el antiguo «amo». Desde entonces Ratan Tata prometió «desplegar sus alas más allá de India» para «sentirse como en casa en todas partes del mundo». A tenor de la expansión del grupo el éxito es total y Ratan Tata ha hecho del planeta su despacho profesional.
El gigante engloba a 96 empresas que operan en 54 países de todo el mundo y exporta a cerca de 120 países, lo que le da un peso en la economía india del que es muy consciente el Gobierno, que le ha convertido en uno de sus grupos mimados. No en vano el grupo produce el 3% del PIB de India.
En India, Tata es un coloso industrial con divisiones que van desde el té a la construcción de vehículos, pasando por la siderurgia, la química, las telecomunicaciones, la informática o los servicios financieros. De hecho, es parte integral de la vida diaria en India. Los indios llevan relojes Tata, beben té Tata, van a trabajar en autobuses y coches Tata, llaman por teléfono gracias al operador móvil Tata, y, cuando tienen medios económicos, se alojan en hoteles de lujo Tata.
Por cierto, estos días se viven en Singur, cerca de la ciudad de Calcuta, grandes protestas por la expropiación de terrenos fértiles a agricultores para la construcción de una planta de automóviles Tata.
El grupo tiene una capitalización de mercado de 52.000 millones de dólares y en el año fiscal 2005-2006 tuvo unos ingresos de 21.900 millones de dólares, un 23% más que en el ejercicio anterior, y un beneficio neto de 2.100 millones de dólares, el 18,6% más.
Su grupo siderúrgico, Tata Steel, se fundó en 1907 y es la mayor compañía privada india del sector. En el año fiscal que terminó en 2006 su producción superó los 9 millones de toneladas de acero, lo que generó unos ingresos de 4.640 millones de dólares y un beneficio de 842 millones de dólares. Sus factorías producen, entre otras cosas, bobinas y hojas laminadas en caliente y en frío, tubos, barras de alambre, barras para la construcción, acero forjado...
No obstante, Tata no es la única empresa de India con apetito comprador. Durante los nueve primeros meses de 2006, firmas indias invirtieron 7.200 millones de dólares en el extranjero contra 4.500 millones en 2005, según el gabinete británico Dealogic.
En Nueva Delhi o en Bombay los anuncios de proyectos internacionales se suceden, en sectores que van desde el farmacéutico, pasando por la tecnología de vanguardia al sector agroalimentario. Más allá de la buena salud de las empresas, un diplomático occidental explicaba que es «toda India la que ha despertado a la globalización y, tras dar un golpe, el país ha tomado confianza en sus propias fuerzas, viéndose como un gigante económico ante los ojos de Occidente». Del coste social no se habla.
J.M. URIBARRI