Orduña, ¿destino turístico?
José Luis Jorbe Totorika
Orduña
Pretenden convencer a la gente para que acuda a gastar su dinero en este idílico valle. Para ello han hecho una inversión faraónica en rehabilitar la aduana (6 millones de euros) y se pasean de feria en feria celebrando las excelencias de la «ciudad». Lo que no cuentan es la precariedad de muchos servicios básicos: Cada vez que llueve o hace viento, el agua de la red es inutilizable; al menos una vez por semana, la red eléctrica se colapsa; como pueblo de montaña, se supone que debe estar libre de contaminación, pero ocho meses al año un hedor infecto te da la bienvenida, porque el Ayuntamiento prefiere pagar una multa anual de 12.000 euros del dinero de todos de multa y seguir vertiendo aguas fecales sin tratar al Nervión, que acometer las obras de una depuradora. Cuando llegas a Orduña, empiezas a oler los plásticos quemados en chimeneas que no han visto un deshollinador en décadas, a oír el estruendo de máquinas, generadores... Y si llegas en coche, ten en cuenta que los «hombres de Harrelson» tienen sucursal en Orduña: 220 euros por retirada de la grúa, sin defensa, por una denuncia desestimada por la Oficina de Tráfico encargada de tramitarla. En fin, una «ciudad» llena de atractivos. Este año hay elecciones: ¿seguirá todo igual?