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Llevan el espejo en la mano

Maite SOROA

Si a un camello se le conoce por la giba y a un bombero por la manguera, a un jilipichi se le conoce por sus obras. Lo de jilipichi, perdonen las lectoras y lectores, es una forma un tanto insípida pero discreta de describir al que sigue.

Decía ayer Alfonso Ussia en «La Razón» -que tan jilipichi es que oculta su verdadero nombre, Ildefonso-, en relación a los cien días de huelga de hambre de Iñaki de Juana, que «lo siento por las víctimas y especialmente por los vascos. Una sociedad que hace de un asesino insuperable un héroe, está más que enferma, putrefacta». Y como la sociedad vasa es la mía, concluyo que al orejón que fracasó hasta en las elecciones del Real Madrid, lo que le pudre es la envidia. O, mejor, como dirían en «Máquina café», la puta envidia.

Según el orejón «en unos meses De Juana estará de nuevo dispuesto a matar, que es lo que hace con más pericia» y comparaba el caso con el de una militante de la RAF alemana que ha salido ayer de prisión después de 24 años. A aquella chica le han exigido que cambie la identidad para vivir con mayor tranquilidad y, el escribiente, poseído por el odio, asegura que «a De Juana le homenajearán y pasearán su triunfo. Es la diferencia entre una sociedad que piensa y reacciona y otra que aúlla y mantiene en estado de terror a las silenciosas ovejas». Los que aullaban cuando murió, de puritito viejo, el tirano, tomaban té con pastas en los mismos lugares que el soplillos en cuestión.

Pero como lo que le carcome es algo más, termina por reconocerlo: «Otegui, que en el fondo es un cursi, ha anunciado que esperará a De Juana con un termo de sopa en la frontera de Euskal Herria (...) En las carreteras existen límites territoriales autonómicos y provinciales. Pasar de la provincia de Burgos a la de Alava es tan sencillo como traspasar el límite de Ciudad Real para adentrarse en Jaen».

El grado de descomposición intelectual del personaje no terminaría de quedar patente sin la última frase -el corolario- de la pieza revestida de artículo: «Le recomiendo a Otegui que (...) le sume unas cuantas pastillas de Viagra. Sería un detalle con la chica. Y ahora, a averiguar dónde se halla ese lugar tan raro que han elegido para darse la sopa. En mis mapas no figura». Normal, tendrá sólo el mapa del Valle de los Caídos. El pobre...

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