«El Plan de Seguridad de Bagdad ha comenzado», anunció a la prensa desde la ciudad chiíta de Kerbala el primer ministro del Gobierno colaboracionista, Nuri al-Maliki. «Los fuera de la ley no encontrarán refugio ni en los lugares santos, porque la vida humana es más sagrada», señaló solemne el líder de la formación chiíta Al Dawa.

El decreto que otorga amplios poderes al general Abb Gambar, máximo responsable de este plan, fue rubricado el martes por la noche. «Todos los que se opongan a estas medidas serán juzgados en virtud de la ley antiterrorista», anunció el general, que presentó como novedad prácticas habituales en el Irak ocupado, como la «detención e interrogatorio y encarcelamiento de personas en caso de necesidad (sic) y la «restricción de movimientos de vehículos y su registro en los puestos de control», todas ellas operaciones frecuentes en Bagdad.

Infinidad de puestos de control

La puesta en marcha de este plan, anunciado en enero por el presidente de EEUU, George W. Bush en el marco de su «nueva estrategia en Irak», era visible en la capital, con una multiplicación de controles que generaba grandes embotellamientos.

Menos se percibió en lo referente a la estricta seguridad. Poco después de que al-Maliki anunciara la puesta en marcha del plan, cuatro atentados dejaban un saldo de ocho muertos en la capital iraquí. El más grave tuvo lugar cerca de un hospital infantil, situado en un barrio mixto sunita-chiíta-cristiano.

El mando ocupante estadounidense, que no ha suministrado aún los refuerzos de 21.000 soldados para la «nueva estrategia» de Bush, la mayor parte de los cuales reforzarán a un contingente de 85.000 nativos en torno a la capital, anunció la muerte de más de medio centenar de «insurgentes» en Bagdad y al norte, en la provincia de Diyala, y presentó la detención de 30 personas como una redada contra Al Qaeda.

Paralelamente, aseguró que el líder chiíta Moqtada al-Sadr habría huido a Irán desde su domicilio habitual de Najaf. Fuentes de este movimiento, que agrupa al chiísmo nacionalista iraquí -contrario, por tanto, a la tutela iraní- desmintieron este extremo y aseguraron que su líder estaba «tan tranquilo» en su casa. El movimiento al-Sadr, muy fuerte en la capital, es uno de los objetivos del Plan de Seguridad, sin olvidar los feudos de la resistencia sunita en Bagdad.