«Beaufort", la retirada del Ejército israelí del sur de Líbano en 2000 vista por uno de los suyos
La guerra de Líbano entró en la Berlinale con el pretendidamente apolítico film israelí «Beaufort", mientras que Alemania llevó a concurso una espectral «Yella". El cómic «300" templaron una jornada desangelada.
GARA | BERLIN
Una unidad del Ejército israelí atrincherado en el sur de Líbano para proteger las ruinas de una fortaleza del siglo XII es el marco de la película «Beaufort», del director israelí Joseph Cedar.
La acción sucede en mayo de 2000. Liraz, encargado de la unidad militar, espera con sus hombres la orden de dejar su posición y de destruir la fortaleza levantada sobre la montaña que el Ejército israelí ocupó en 1982. Los días de espera se suceden al ritmo de los morteros y los misiles lanzados por la guerrilla de Hizbula, invisible en la planicie de la Bekaa, lo que hace más duras las bajas en el Ejército israelí, humillado, además, por tener que poner fin a 18 años de ocupación.
«Beaufort» se empezó a rodar antes de la intervención militar de Israel en Líbano el pasado verano. El enfrentamiento bélico en el que desembocó esa invasión «dio una perspectiva y percepción distinta» al filme, añadió el director.
Cedar, que pasó nueve meses en Líbano entre 1987 y 1989, intentó convencer, sin mucho éxito, que en la película no hay un mensaje político. «Lo evitamos deliberadamente, porque la intención es reflejar los miedos y ansia de supervivencia de unos soldados, los últimos, en Israel o en cualquier otro país del mundo». Pero los declarados propósitos de Cedar eran difíciles de creer viéndolo tocado con una kipá y respondiendo con ojos desorbitados a la pregunta de un periodista sirio: «¿Sirio? ¿Y para quién informa?».
Espectral «Yella»
Completó la jornada a competición «Yella», un exponente del cine más espectral que pueda dar de sí Alemania, en la forma y el fondo. Christian Petzold, que dos años atrás compitió con "Gespenster" (literalmente, "Fantasmas"), regresó a lo fantasmagórico alrededor de una muchacha que, junto a un marido violento que se salta una orden de alejamiento, acaba en el fondo de un río cuando sale en pos de nuevos horizontes.
Nina Hoss trata de dar vida en pantalla a lo que claramente es una zombi, que se mueve entre zombies y que forma tándem con un chantajista de empresarios en bancarrota.
«300», fuera de competición, fue la válvula de escape para una Berlinale algo desangelada. La película dirigida por Zack Snyder, basada en un cómic de Frank Miller sobre tres centenares de guerreros espartanos capitaneados por Leónidas contra las tropas del rey persa Jerjes, dio oportunidad de asistir a una filigrana entre la digitalización y los actores de carne y hueso. Mucha batalla, mucha extremidad sesgada por cualquier espada y saltando por los aires, pero también mucha vitalidad.