«Demócratas" contra «violentos"; nada que debatir
Iñaki IRIONDO
Pero lo que resulta más preocupante es que la iniciativa del PSE asegure que el supuesto plan de la izquierda abertzale «incluye sabotajes», cuando ni siquiera la información de «El Correo», base de la iniciativa, decía semejante cosa. De hecho, la noticia recogía textualmente que «una de las incógnitas de las administración central y vasca es si se utilizará violencia contra las obras». A partir de ahí, lo de los sabotajes era una de las «distintas hipótesis» con las que supuestamente trabajaban los expertos.
Por lo tanto, el Parlamento de Gasteiz inició un debate en base a datos no ciertos ni siquiera en su exposición.
¿Qué ocurrió en aquel encuentro? No hay aclaraciones. La lectura de los textos presentados invitaba a pensar a que la alusión a ETA podría ser una exigencia del PP. Sin embargo, su apoyo a la enmienda no era numéricamente necesario para que fuera aprobada. Distintas fuentes señalan en privado que no fue este partido el único que se empeñó en ello y hay un cruce de insinuaciones a la hora de atribuir la obcecación en la inclusión de ETA en el texto final.
¿Cómo puede un parlamento adoptar acuerdos de este calibre sin la presentación de ninguna prueba, sin ninguna explicación? ¿En tan baja estima tienen la institución los impulsores de este tipo de iniciativas?
Pero hay otra consecuencia de este tipo de maniobras que bien podría ser la que realmente pretendían potenciar quienes aprobaron la inclusión de la mención a ETA en la resolución del Parlamento: identificar las posiciones a favor y en contra del TAV como una batalla entre «demócratas» y «violentos». Situando la cuestión en ese estadio, pretenderían cortar de raíz el debate sobre la conveniencia o no de la construcción de la «Y vasca»; un debate que los impulsores del TAV raramente han querido afrontar en términos serios y cuya demanda va a ir creciendo en la medida en que las grandes obras necesarias para esta infraestructura vayan afectando a los núcleos de población. Estigmatizando a los opositores como «violentos» e identificándolos con ETA, todo queda oficialmente reducido a una película en blanco y negro de buenos y malos, en la que no es preciso abordar ni los aspectos técnicos, ni las necesidades sociales, ni los enormes costes de todo tipo que tiene el proyecto.
El movimiento de rechazo a la denominada «Y vasca» agrupa a los partidos Batasuna, EB, Aralar y Zutik, los sindicatos ELA y LAB entre otros, y a numerosos organismos ecologistas y sociales. En las zonas afectadas, la oposición al proyecto llega incluso a las bases de los partidos que oficialmente lo apoyan. Hablar de la existencia de armas de destrucción masiva apuntando al proyecto ayuda a taponar oídos y a evitar la reflexión. Así ya no hay nada que explicar, como nadie explica lo que pasó el viernes en el Parlamento.