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Las hostias

Raimunod FITERO

Fernando Arrabal es un hombre que se mece en un líquido elemento transaccional. Tuvo su momento de gloria etílica en una noche televisiva de los ochenta que ha quedado grabado y se reproduce en todos los resúmenes de manera sistemática. Una suerte de hito, y ahora mismo que tanto nos prohíben, un recuerdo para aquellos tiempos de libertades en donde se podía fumar y beber en los platós. Hoy por la mitad te aplican la preventiva. Hay una ley en trámite que va a hacer que vuelvan los tiempos de Al capone. Ley seca, tráfico de alcoholes adulterados. Deberemos seguir dando la matraca. Libertad.

Aquellas imágenes tambaleándose sucedieron junto a su amigo Fernando Sánchez Dragó, que ahora se ha transformado en el conductor nocturno de los mensajes reaccionarios que cocinan en los despachos de la manipulación en «Teleespe», conocida en su marca comercial como Telemadrid. La otra noche intentó Arrabal ocupar otro espacio de la mitología televisiva etílica. Bebía vino frente a Jesús Quintero, pero no acababa de romper a llorar a moco tendido como pretendía. Lo intentó, es un buen actor, pero no consiguió nada más que emocionarse al recordar a su padre, es decir al zambullirse en el líquido amiótico de la nostalgia. Setenta y cinco años, mantiene la lucidez, y es un gran artista, un tipo que le gusta mucho salir en televisión, que es un buen conversador, un entrevistado modélico y fecundo. Quintero le pidió para terminar que le diera una hostia. Y se la soltó con rapidez y soltura, pero no logró su objetivo totalmente. No sé de qué hablaron. Era algo sobre el amor. Claro. El amor. Claro.

A hostias. El amor acaba a hostias. O con certificados del juzgado. A hostias han sacado de la parrilla a «La casa de tu vida». Nadie les quería. Los datos de audiencia fueron una manifestación silenciosa. Unos pretendientes para ser material de desecho para sofás vespertinos y polígrafos aturdidos que han caducado. Ojalá sea un síntoma de que las audiencias empiezan a declarar su derecho al trato como consumidores inteligentes y no como contempladores de zoológicos manufacturados con especies extrañas de agencia de colocación.

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