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trasplantes de vida

El largo camino de un órgano desde el donante hasta el receptor

Desde el momento en que una persona manifiesta su deseo de que, cuando muera, sus órganos sean trasplantados a quien los necesite, hay que recorrer un largo camino hasta que el receptor pueda recibir finalmente el órgano donado. Pero el viaje merece la pena, porque «es la salvación para muchas personas", constata José Rey, un vecino de Iruñea a quien el trasplante de riñón que le hicieron hace quince años le cambió por completo la vida.

Iñaki VIGOR | IRUÑEA

El primer paso es inscribir al donante en un registro, para lo cual se exige la firma de dos testigos familiarmente próximos. Hoy por hoy, este registro no tiene en realidad ningún valor legal, a no ser que esté refrendado por el testamento vital. No obstante, lo que se pretende con este requisito es generar un debate dentro del entorno familiar y de amistades, «para que todo el mundo conozca que esa persona quiere ser donante». Así lo explica María Otermin, secretaria de la Asociación de Donantes de Navarra (Adona), que también se dedica a promocionar la donación de sangre y de médula ósea, en este caso con la colaboración de la Fundación José Carreras.

El segundo paso, quizás el más complicado, comienza cuando una persona llega a un centro hospitalario en condiciones de ser donante de órganos. En ese momento son los coordinadores de trasplantes del centro los que se ponen en contacto con la familia para solicitar esa donación de órganos, porque son los familiares más directos (cónyuges, padres, hermanos...) quienes tienen la decisión final.

«Una de las situaciones más problemáticas se produce cuando el donante muere y la familia se niega a que sus órganos sean trasplantados a otras personas. En estos casos prevalece el criterio de la familia, aunque la persona fallecida haya expresado de forma inequívoca su voluntad de donar sus órganos. Como el donante no está para ratificarlo, y en la actualidad el citado registro no tiene validez jurídica, prevalece la opinión familiar», comenta.

Un momento muy difícil

Este es un aspecto muy delicado del proceso, como bien conocen los coordinadores de trasplantes de los hospitales y la propia María Otermin. «La razón -insiste- es que, a pesar de que se conozca perfectamente la voluntad de la persona fallecida de donar sus órganos, si los familiares dicen que en los últimos meses de su vida había manifestado lo contrario, prevalece lo que ellos digan. Ponerte a discutir con los familiares en un momento que para ellos es durísimo, no tiene sentido».

Un dato positivo es que en este aspecto se está produciendo un cambio de actitud. De hecho, en los últimos años no se ha producido en Nafarroa ni una sola negativa a la donación de órganos por parte de familiares, según informan desde la asociación Alcer. «La educación social con respecto a la donación influye muchísimo en estas situaciones. El sistema de fichas que lleva la Asociación de Donantes de Organos -matiza la secretaria de Adona- no tiene validez legal, pero sí tiene gran importancia a la hora de recordar a los familiares las intenciones del ser fallecido, y para que las personas de su entorno se preocupen por estas cuestiones».

Pero el visto bueno de los familiares no garantiza el éxito del proceso. Aunque el donante llegue al hospital clínicamente muerto, tiene que tener los órganos vitales en condiciones de ser donados. La mayoría de las personas que llegan en condiciones de donar órganos suelen ser por derrames cerebrales o por accidentes de tráfico. Los primeros profesionales sanitarios que acuden mediante UCIs móviles a atender al paciente, bien en carretera o bien en su domicilio, analizan la posibilidad de que pueda ser un donante potencial. Si la respuesta es positiva, se le lleva a un centro hospitalario, donde tres médicos (un necrólogo, un cardiólogo y un neurólogo) tienen que certificar la muerte cerebral y definitiva de esa persona.

El siguiente paso es examinar las listas de espera de personas que aspiran a recibir un órgano. Teniendo en cuenta la compatibilidad y los órganos que se pueden utilizar, así como la urgencia de cada caso, se elige la persona receptora del órgano. «Eso sí, la compatibilidad tiene que ser total, para que no haya luego problemas de rechazo. Esta suele ser una de las grandes dificultades que tenemos», indican desde la asociación Alcer.

A partir de ahí el proceso se acelera. Mientras unos profesionales sanitarios contactan con el paciente para que acuda a su centro hospitalario de referencia, otros movilizan ambulancias, helicópteros, o aviones para que, mientras el órgano del donante se está extrayendo en un hospital, en otro centro, situado en ocasiones a cientos de kilómetros de distancia, ya se esté preparando a la persona receptora.

El proceso finaliza con la intervención quirúrgica para trasplantar el órgano donado al paciente que lo estaba esperando. A partir de ahí, solamente hay que esperar a su posterior recuperación, que cada vez es más rápida, ya que en apenas diez días suelen estar de nuevo en su casa.

Pero en todo este proceso también surgen dificultades. «Por suerte, o por desgracia para otros -apunta María Otermin-, cada vez es más posible que una persona que llega a un centro hospitalario se salve, con lo cual no se lleva a cabo la donación».

Aunque cada vez se están dando más casos de donación de hígado o de riñón por parte de familiares, impulsados por motivaciones afectivas, en la inmensa mayoría de los casos las donaciones son altruistas y anónimas, es decir, el donante no conoce quién es el receptor, ni éste podrá saber quién le ha donado el órgano que quizás le ha salvado la vida.

Así ocurre con los trasplantes de riñón, hígado y corazón, que son los órganos más demandados. Cuando se trata de trasplantar una médula ósea es distinto, porque es una donación que se hace en vivo y generalmente entre personas no emparentadas, aunque también existen donaciones entre familiares. En el primer caso, el anonimato tanto del donante como del receptor también es un factor primordial.

Demasiadas estadísticas

Como dice María Otermin, «en el tema de las donaciones se habla demasiado de números y de estadísticas que a la sociedad la dejan más bien fría, y se suele olvidar que detrás de todo ello hay personas que dedican una parte de sí mismas para que otras vivan, personas que sufren enfermedades, profesionales que trabajan para que todo salga bien...».

Y, muy a menudo, también solemos olvidar que podemos estar en los dos lados de la balanza, es decir, como donantes y como receptores. José Rey se encarga de recordarlo con un mensaje claro: «Muchas personas están bien de salud y han tomado la decisión de que, cuando mueran, utilicen sus órganos para quienes los puedan necesitar; pero quizás mañana mismo esos donantes puedan necesitar un órgano».

Equipo
Existe una red de personas para la obtención de órganos y tejidos que forman un equipo en el que participan médicos forenses, jueces, coordinadores de recursos, policía, personal de aeropuertos, enfermeras y auxiliares administrativos.
proceso
registro valor familia negativa muerte listas
órganos
Los órganos trasplantables son los riñones, el corazón, los pulmones, el hígado y el páncreas. Entre los tejidos que pueden donarse destacan las córneas y los huesos. La extracción de órganos no repercute en la apariencia externa del fallecido.
sangre
Euskal Herria sigue figurando a la cabeza de la Unión Europea en cuanto a donaciones de sangre. Porcentualmente, el herrialde donde más donantes de sangre y sus derivados hay es Nafarroa Garaia, con más de 25.000 personas.
2001
Fue el «annus horribilis" para la central de Garona. Ademas de los dos paros de emergencia a los que se vio forzado, hubo una averia en las turbinas de evacuacion que ocasiono el despido de 20 trabajadores de la plantilla.
José Rey: «La vida te cambia del todo; esto no lo acabas de agradecer nunca"
José Rey vive en Iruñea, tiene 57 años de edad y lleva 15 viviendo con un riñón trasplantado. Después de que le detectaron la enfermedad, una insuficiencia renal, tuvo que estar tres años en el programa de hemodiálisis. Recuerda que vivió aquella época «con esperanza y con ilusión", en la confianza de que mejoraría su situación. «A veces pasas malos ratos, porque es un tratamiento bastante agresivo, pero siempre se mantiene la esperanza de ver que, de cuando en cuando, a alguno de tus compañeros le llaman para trasplantarle. Y eso -remarca José- es una inyección de moral muy importante para las personas que están en diálisis". Un buen día le llamaron diciendo que había una «alarma" de trasplante y que él estaba entre los posibles candidatos como receptor. De inmediato, le hicieron una serie de pruebas de compatibilidad con las características del donante y le dijeron que sí, que él era la persona adecuada. Para cuando se dio de cuenta, ya tenía el nuevo riñón trasplantado. «A partir de ese momento la vida te cambia absolutamente -rememora José Rey-. Los tratamientos de diálisis son muy agresivos, y además no son para toda la vida, porque al final te van mermando las facultades. Cuando te llega el trasplante, entonces ves que aquello es un cambio total". A pesar del tiempo transcurrido, recuerda que cuando le llamaron para anunciarle que era un candidato al trasplante se quedó «un poco cortado", casi sin saber qué pensar. «Pero inmediatamente reaccionas y te dices: Esto es lo que yo estaba esperando, lo que yo quería. Y te sometes a la operación". Este vecino de la capital navarra ya lleva quince años viviendo «gracias a la enorme generosidad de una persona que en su día tomó la decisión de donar sus órganos para que otras personas los pudieran aprovechar", y esa generosidad es algo que todavía no ha olvidado: «Eso es algo que no se puede agradecer nunca. Estás permanentemente agradeciéndolo, porque la realidad es que, si alguien no hubiera hecho aquella donación, probablemente yo no estaría ahora contándolo". Y vuelve a recordar la época en que tenía que acudir a diálisis, entre 1989 y 1992, en sesiones de días alternos. «Íbamos tres días a la semana, con una duración de entre tres y cuatro horas cada sesión. Era muy duro -insiste-, aunque unas personas lo acusan mucho más que otras". A pesar de tener que soportar aquella enfermedad, José Rey comenta que tuvo «la suerte de poder seguir trabajando, porque mi empresa se portó muy bien conmigo, a pesar de que faltaba tres tardes a la semana a trabajar". De aquella experiencia sacó la conclusión de que los enfermos renales tienen que tener un apoyo «muy importante" de la familia, apoyo que en su caso fue «total y absoluto", afirma con rotundidad: «Yo tuve todo el apoyo de mi mujer y de mis hijas, y eso es de agradecer, porque en esas circunstancias hay que estar con la moral alta. Si no, se te hace interminable". Aquella larga espera terminó cuando por fin le llegó el trasplante, algo que José Rey no olvidará mientras viva: «Es un acto de generosidad tan grande que repercute incluso en las personas de tu entorno. Todo el mundo que está contigo en esos momentos te dice: cuando llegue el momento, yo también quiero que aprovechen mis órganos". Iñaki VIGOR
regalo
La donación es un regalo. Nadie puede pedir compensación económica por la donación ni a nadie se le puede exigir precio alguno por el órgano trasplantado. Tampoco existe una relevante oposición religiosa o ética a las donaciones.
hospital
Los órganos se obtienen generalmente del Hospital de Navarra, aunque los trasplantes se realizan en la Clínica Universitaria, centro en el que también se llevan a cabo los trasplantes de tejidos (huesos, córneas y válvulas cardiacas).
Incremento
Durante el año 2006 se realizaron en Nafarroa un total de 67 trasplantes de órganos, de los que 31 fueron de riñón, 27 de hígado y 9 de corazón. Ello supone un fuerte incremento respecto al año 2005, en el que se llevaron a cabo 44.
Gema de la Nava: «Llevo siete años en diálisis, y es muy duro"
Cuando nació, los médicos le dieron cuatro años de vida. Aseguraron a sus padres que no viviría más de ese tiempo, porque padecía una insuficiencia renal de nacimiento. «Pero tengo 37 años y aquí estoy. Todavía hay algún médico de Virgen del Camino que no se lo puede creer", comenta Gema de la Nava, una vecina de Iruñea que ya lleva siete años en tratamiento de diálisis. «Los riñones me han ido aguantando hasta que dijeron basta, hasta que cumplí los 30 años", recuerda. Entonces se puso en diálisis, y ocho meses después de comenzar el tratamiento surgieron complicaciones, ya que sufrió una infección. A raíz de ello le quitaron de la lista de espera, porque los médicos opinaban que un trasplante no era muy recomendable. «Me dijeron que el caso es delicado y que ellos no tenían ninguna pega en que yo consultara en otros centros hospitalarios. Ahora estoy esperando para pasar un reconocimiento en Barcelona y saber si allí puedo entrar en lista de espera para trasplante". Mientras tanto, sigue su tratamiento de diálisis, algo que califica de «bastante duro", sobre todo al principio. «Tienes que ir al hospital tres días a la semana para estar conectado a una máquina, con todo lo que esto conlleva. Es algo que te condiciona mucho la vida". Después de tantos años en tratamiento de diálisis, Gema de la Nava confía en que algún día le llegue la noticia del trasplante, porque «es lo que espera todo el mundo", pero también admite que lo espera «con un poco de miedo", porque conoce a otros pacientes a los que no les ha funcionado. «Les han hecho uno o dos trasplantes y ya no quieren repetir. Pero si a mí me dan esperanzas de que puede resultar bien, la verdad es que no me importaría hacer el trasplante. Es cierto que los médicos no te pueden dar una seguridad del cien por cien, pero si a mí me dan un alto porcentaje, no me importaría. Lo que no me gusta es ir a una máquina tres días a la semana", resalta tras haber estado ya siete años en tratamiento. Iñaki VIGOR

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